El presidente estadounidense, Barack Obama, pasó sus primeros 50 días de gobierno en una frenética carrera a contrarreloj marcada por serios obstáculos, provocados en gran parte por la crisis financiera internacional.
A mitad de camino de los simbólicos cien días de gobierno, Obama ya lanzó sus planes para reformar asuntos clave como la salud, política exterior, economía, defensa y educación, bajo una coyuntura catastrófica con gigantescas pérdidas de empleo en Estados Unidos y las bolsas que se hunden cada semana.
«Cada tanto en nuestra historia, una generación de estadounidenses tuvo la responsabilidad de proteger los sueños de sus fundadores en momentos difíciles», dijo Obama ayer.
«Esta responsabilidad ha caído ahora sobre nuestra generación. Cumplir con ella implicará manejar la economía de nuestro país durante una crisis, muy distinta a todo lo que hemos visto en los últimos tiempos», indicó.
El presidente insiste una y otra vez que en estos momentos el compromiso y la responsabilidad es de todos los estadounidenses.
Obama ha hecho uno de las intervenciones sobre economía más profundas de un gobierno en décadas y según él, la crisis impulsará una reforma general del país. Y cada semana añade nuevas medidas en todas las áreas, con las que busca además marcar una distancia con su predecesor, el presidente republicano George W. Bush, como con el cierre de la prisión de Guantánamo y el combate al calentamiento global.
Presentó su primer presupuesto, que prevé en 2009 un déficit de 1.750 billones de dólares, así como un gasto de 3.552 billones para el ejercicio fiscal 2010 y un ambicioso plan de reformas para sacar a Estados Unidos de la crisis económica.
El martes, el presidente presentó su plan de reforma del sistema educativo, que busca llevar a Estados Unidos al más alto rango de la excelencia y también eliminar injusticias en la enseñanza que afectan a minorías, sobre todo la hispana.
El programa se financiará con dinero proveniente del enorme plan de estímulo económico de 787.000 millones de dólares aprobado el mes pasado.
El lunes, el presidente levantó una prohibición contra el financiamiento federal para la investigación sobre células madre embrionarias, prometiendo una «nueva frontera» para la ciencia de su país, libre de interferencias políticas.
A nivel internacional, seis años después de la invasión de Irak, anunció la retirada de la mayoría de las tropas estadounidenses y el final de la misión de combate para agosto del 2010.
Decidió el envío de dos brigadas adicionales para Afganistán antes del verano boreal, junto a fuerzas de respaldo logístico, para sumar un total de 17 mil efectivos.
Desde la llegada al poder de Barack Obama el pasado 20 de enero, la nueva administración estadounidense ha adoptado una actitud de apertura diplomática, en particular con los aliados europeos, todo un cambio tras ocho años de diálogo a menudo difícil entre Europa y el equipo de George W. Bush.
El presidente norteamericano incluso sugirió en una entrevista al New York Times la posibilidad de hablar con los talibanes menos extremistas, una iniciativa que fue llevada a cabo con éxito en Irak para aislar a los opositores sunitas más radicales.
Y a los críticos que arguyen que pretende abarcar demasiado, Obama ya les respondió: «Sé que hay quienes creen que sólo podemos enfrentar un desafío a la vez», pero recordó que varios grandes presidentes estadounidenses como Abraham Lincoln, Franklin Roosevelt y John Kennedy hicieron muchas cosas grandiosas en coyunturas muy difíciles.
Hace dos meses ingresaron triunfantes al Capitolio, pero hoy los demócratas del Congreso estadounidense enfrentan sus primeras discrepancias, con algunos centristas que apelan sobre todo a la moderación en los gastos.
En los primeros días de enero, antes de la asunción del nuevo presidente, el 111º Congreso de Estados Unidos se puso manos a la obra para poner en marcha la era Obama.
Su primer balance: un plan de relanzamiento de la economía de 787.000 millones de dólares, una nueva luz verde al Senado para un nuevo paquete de 410.000 millones de dólares para el presupuesto 2009, apodado el «í“mnibus», y varios otros textos en oposición a la política de George W. Bush.
Su próximo desafío será el presupuesto 2010 destinado a relanzar la economía estadounidense, no inferior a 3,5 billones de dólares para 2010.
Ante tales gastos, algunos demócratas sienten vértigo.
El senado demócrata Evan Bayh por ejemplo se destacó esta semana al declararse en contra del í“mnibus.
«Mientras muchos norteamericanos deben apretarse el cinturón y numerosas empresas deben tomar decisiones difíciles, se diría que el Congreso parece haber puesto el piloto automático», dijo Bayh a la cadena ABC, señalando que el í“mnibus aumenta 8% los gastos presupuestarios y supera la tasa de inflación.
Otros se oponen por razones personales o de «principios», como el senador Robert Menéndez, de origen cubano, disconforme por una disposición del «í“mnibus» destinada a levantar las restricciones contra Cuba.
«Cualquier cambio en estas políticas merece un debate democrático y minuciosas deliberaciones. Es sencillamente antidemocrático deslizar eso en medio de un enorme proyecto, que no tiene nada que ver, pero que debe ser aprobado a toda costa», dijo Menéndez al anunciar que no dejaría de votar a favor del proyecto de ley.
Consultado poco antes de la aprobación del í“mnibus sobre las controversias demócratas respecto al texto, el jefe de la mayoría demócrata del Senado, Harry Reid, respondió: «Los demócratas apoyan esa ley (…) ¿Eso significa que 100% de ellos va a votarla? No. Pero 95% va a votar a favor».
La contienda por la aprobación del presupuesto 2010, presentado a fines de febrero por el presidente Obama promete ser aún más compleja. La Casa Blanca y los líderes demócratas cuentan con su aprobación en abril.
Pero algunos puntos no despiertan unanimidad entre los altos responsables demócratas del Congreso.
Por ejemplo, el influyente Charles Rangel expresó «inquietudes» respecto a la limitación de las deducciones fiscales para el 1,2% de los contribuyentes más ricos, según una fuente demócrata del Congreso, alegando que esa medida podría causar la disminución de las donaciones a obras de beneficencia.
El alza generalizada de las tasas obligatorias durante las últimas semanas, señal de inquietud del mercado respecto a la capacidad de los deudores de hacer frente a sus obligaciones, pone en evidencia los peligros para la economía de Estados Unidos.
Los niveles de tensión en los mercados de crédito volvieron estas últimas semanas a los extremos críticos alcanzados a fines de septiembre y principios de octubre. Y hacen temer que los montos de la deuda privada y pública en Estados Unidos terminen resultando insoportables.
Desde principios de marzo, «los mercados de crédito experimentaron una fuerte corrección, con un derrumbe particularmente alarmante en los «high yield» (obligaciones de alto rendimiento, las más riesgosas), señalaban el lunes los analistas de Morgan Stanley.
Los inversores estiman que la proporción de deudores en quiebra aumentará con la recesión, constata Christine Li, de Moody»s Economy.com.
Para calibrar las tensiones en los mercados de crédito, los inversores cuentan con el costo que deben pagar para protegerse del incumplimiento de los deudores, a través de un contrato de garantía llamado «credit default swap» (CDS).
El índice de referencia que mide el costo de los CDS, el CDX «América del Norte» de la compañía de información financiera Markit, está desde el inicio del mes en sus niveles históricamente más altos para las obligaciones de alto rendimiento.
Para las empresas con el perfil más sólido, con la calificación «AAA» por las agencias calificadoras, el costo del endeudamiento también aumenta. El índice CDX sigue por debajo de sus niveles históricos de finales de noviembre, pero no está lejos de ellos.
Uno de los símbolos es el conglomerado General Electric, cuya deuda ha sido tradicionalmente un valor seguro. El lunes su filial financiera GE Capital tuvo que recurrir al sello de la Agencia federal de Garantías de Depósitos Bancarios (FDIC) para poder emitir 8.000 millones de dólares de obligaciones.
Para John Jansen, especialista independiente del mercado obligatorio, esta posibilidad le ofrece «un oasis» en la medida en que el precio de sus CDS, que estalló a partir de fines de febrero, permite pensar que sin garantías públicas, la empresa hubiera debido endeudarse a precios inaccesibles.
La amenza de quiebra –cuando una empresa no encuentra quien le preste la liquidez que necesita para funcionar diariamente– es real para muchas empresas estadounidenses. La agencia calificadora Moody»s publicó el martes una lista de cerca de 300 empresas amenazadas.
Las soluciones para salir de esta mala situación son muy fastidiosas.
«Las empresas norteamericanas bajo presión financiera proponen de forma creciente reestructuras de la deuda para atacar el problema. Esto incluye el aporte de activos suplementarios como garantía o una tasa de interés más elevada para los acreedores a cambio de una reducción del principal o de condiciones de devolución menos estrictas», destaca Li.
Cuentan también con la ayuda del Estado, que ya solicita al mercado obligatorio por montos colosales y que no podrá seguir haciéndolo indefinidamente.