Durante los primeros tres años de su gestión, el presidente Barack Obama buscó por todos los medios acuerdos bipartidarios que ayudaran a ponerle fin al déficit fiscal mediante una combinación de recortes en el gasto y de aumento a los impuestos de los más acaudalados. El esfuerzo por establecer un techo al déficit fracasó pese a que la Casa Blanca había cedido prácticamente en todos los requerimientos de recorte de los republicanos, para que al final, en el último minuto, el líder de la mayoría en la Cámara de Representantes se hiciera humo durante varios días hasta comunicarse con el Presidente para decirle que era imposible suscribir el acuerdo.
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Obama pudo desde entonces recurrir a sus poderes ejecutivos pero prefirió insistir en los acuerdos que fracasaron porque los republicanos se pusieron como meta principal y objetivo único de su gestión, la derrota del Presidente en las elecciones. Este año, en plena campaña, el mandatario hizo uso de su poder ejecutivo cuando aprobó el acta que permite a los hijos de ilegales gozar de derechos en los Estados Unidos, gesto que seguramente le valió el respaldo de la comunidad latina que fue decisiva (pese a los cubanos de Miami) para ganar su elección.
Hoy el desafío de Obama es distinto porque su futuro no está más en juego y el objetivo republicano no puede ser buscar su derrota sino trabajar por su propia victoria y eso únicamente es posible si en vez de ser obstáculo y freno en el Congreso se deciden a ser propositivos en el esfuerzo por superar la crisis económica que se gestó y explotó durante el gobierno de Bush.
Además, Obama ya demostró que si se ve obligado, hará uso de su poder ejecutivo para dictar políticas aun sin el respaldo del Congreso y por ello pienso que el Presidente tiene que tener un trato diferente con los republicanos para hacer efectivo su mandato en las urnas. No hay que olvidar que muchos de los electores demócratas se sintieron desencantados precisamente porque el Presidente fue tibio en el impulso de políticas más definidas y tajantes, precisamente porque se preocupó más de la cuenta en la búsqueda de consenso en el Congreso que estaba abiertamente en contra de cualquier iniciativa suya, simplemente porque no podían permitir que nada le funcionara.
Ahora el único objetivo de Obama es lograr un lugar importante en la historia de su país no sólo por ser el primer presidente de color, sino especialmente por la forma en que enfrentó la crisis financiera y por cambios tan significativos como el del sistema de salud. El Partido Republicano tendrá dificultades para reestructurarse y encontrar nuevos liderazgos luego de la derrota de ayer y seguramente los más radicales conservadores del Tea Party seguirán siendo un obstáculo para cualquier iniciativa en bien del país, pero se hace evidente que es un movimiento que no logró echar raíces en la población al final de cuentas porque sufrió derrotas significativas e importantes en varios distritos electorales.
Obama tiene ahora una situación muy diferente a la que se le presentó hace cuatro años, cuando todo era ilusión y todo se estrelló con la crisis económica más importante después de la Gran Depresión. Ahora tiene que consolidar los logros que ya ha tenido en estos cuatro años para cimentar la prosperidad futura de la economía de su país y tiene mucha más libertad de acción porque ninguna de sus decisiones tendrá que ser sopesada desde el punto de vista de la popularidad o impopularidad que genere.
Pienso que el electorado norteamericano, profundamente dividido, permitió por un pelo que el país se salvara de una debacle y dispuso ir para adelante, castigando a final de cuentas a los que provocaron el descalabro.