La sorpresiva visita de Cecilia Sarkozy, la esposa del presidente francés Nicolas Sarkozy, a Libia, donde se reunió con las enfermeras búlgaras condenadas a muerte, muestra en forma espectacular el nuevo papel público que quiere desempeñar la «primera dama» de Francia.
Un día después de una gira del presidente de Francia por los países del Maghreb, su esposa creó una sensación al intervenir en una compleja cuestión diplomática que moviliza a las cancillerías occidentales.
«Se puede ser razonablemente optimista» sobre un desenlace positivo para las enfermeras y el médico búlgaros condenados en Libia, sostuvo el viernes Claude Guéant, el secretario general del Eliseo, que regresó la noche del jueves de Trípoli con Cécilia Sarkozy.
La esposa del presidente francés, a la cual la Constitución no otorga ningún papel oficial, visitó el jueves en Trípoli a las enfermeras condenadas, y luego a las familias de los niños contaminados por el virus del sida en Benghazi (a 1.000 km al este de Trípoli). Cécilia Sarkozy también se entrevistó con el número uno libio, el coronel Muamar Kadafi.
Este viaje tuvo lugar un día después de la confirmación de la pena de muerte contra las enfermeras y el médico búlgaros, que claman su inocencia. Pero el veredicto podría ser anulado o conmutado por Libia, pues se acaba de llegar a un acuerdo sobre compensaciones financieras con las familias de los niños contaminados.
La prensa francesa se interrogaba el viernes sobre el significado de este acontecimiento en cuanto al futuro papel de Cécilia Sarkozy.
Según Le Figaro (derecha), la crisis de las enfermeras búlgaras es para Cécilia Sarkozy «una ocasión de mostrar la magnitud del papel que ella desea desempeñar en la política internacional».
Cécilia Sarkozy, una ex modelo de 49 años, se había mostrado muy discreta después de la elección de su esposo en mayo, y llamó la atención de la prensa fundamentalmente por la elegancia de su vestimenta en la última cumbre del G8 en Alemania.
También ocasionó un comienzo de polémica utilizando una tarjeta bancaria de la presidencia –que se vio obligada a devolver– para pagar dos invitaciones a almorzar.
Aunque se considera que tiene una gran influencia en Nicolas Sarkozy, se había mostrado muy discreta durante toda la campaña presidencial, mientras la prensa se interrogaba sobre las relaciones de la pareja después de las dificultades difundidas públicamente en los periódicos en 2005.
Esta morena alta y delgada, madre de tres hijos, bisnieta del compositor español Isaac Albéniz, conocida por su independencia, había confiado antes de las elecciones que no se veía a sí misma como «una primera dama». «Eso me fastidia», declaró.
Como todas las esposas de los presidentes de Francia, Cécilia Sarkozy dispone de una oficina en el Palacio del Eliseo, así como de un equipo de asesores, según la presidencia.
De acuerdo con las encuestas, los franceses quieren que ella desempeñe un papel humanitario, pero no político. Dos de cada tres franceses (62%) esperan fundamentalmente que Cécilia Sarkozy «se implique en acciones humanitarias o caritativas», según un sondeo IFOP publicado en el semanario Elle.
Pero sólo 15% espera que ella «aconseje políticamente a su marido».