El nuevo gobierno del Líbano mostrará una unión de pura forma, dado que los dos campos rivales siguen profundamente divididos respecto a varios temas espinosos, entre ellos el arsenal del movimiento chíita Hezbolá, estimaron analistas en Beirut.
«La formación de este gobierno llamado de «unión» es meramente formal», dijo a la AFP Ussama Safa, director del centro libanés de estudios políticos.
Saad Hariri, jefe de la mayoría parlamentaria apoyado por Occidente, necesitó cinco meses para formar un gobierno de unión con la minoría parlamentaria liderada por Hezbolá, respaldada por Siria e Irán.
Hariri tuvo que contemplar todas las exigencias ministeriales de la minoría.
Este nuevo gobierno no será otra cosa que un terreno de maniobras de dos campos totalmente opuestos, que se acusan mutualmente de estar a sueldo de potencias extranjeras, coincidieron los analistas de la prensa local.
«Un gobierno de dos trincheras», resumió el diario Al Akhbar, cercano a la minoría.
El principal factor de división entre los dos campos sigue siendo el arsenal de Hezbolá, movimiento que promueve la resistencia contra Israel y que Estados Unidos incluye en su lista de organizaciones terroristas.
El desarme de Hezbolá es tratado desde 2006 en «una mesa de diálogo nacional» en la que participan el conjunto de los líderes políticos, lo que pone en duda la utilidad del poder ejecutivo, estimaron los analistas.
«Las instituciones en este país, entre ellas el gobierno, no son eficaces», opinó Safa.
«El diálogo nacional es una cosa «extra-institucional», lo que muestra quién gobierna realmente el país», dijo Safa, refiriéndose a Hezbolá.
Para los analistas, el movimiento chíita es la única fuerza real en el terreno, a pesar de la victoria del campo de Hariri en las elecciones legislativas del 7 de junio pasado.
El movimiento Hezbolá «es el que tiene el verdadero poder», declaró a la AFP Rafic Juri, jefe de redacción del diario independiente Al Anuar.
Entre bastidores Hezbolá dictará la acciones del gobierno, estimaron los analistas, que piensan que Hariri cedió por temor a que se repitieran los enfrentamientos sangrientos de mayo de 2008.
En aquel entonces, el gobierno -dominado por la mayoría actual- decidió iniciar una investigación sobre la red de telecomunicaciones de Hezbolá, provocando una respuesta chíita que culminó con violentos combates en Beirut que hicieron temer una nueva guerra civil.
«Nada sucede sin la aprobación de Hezbolá. Obtiene lo que quiere gracias a aus armas», analizó Safa, que advirtió sobre «un nuvo round de violencias si no hay cambios de fondo».
«En cualquier gobierno de coalición, los partidos se ponen de acuerdo por lo menos en un programa. Aquí hace cinco meses que discuten sobre el reparto de los ministerios y no están de acuerdo en nada», explicó Jury.
Hariri exhortó a que el Consejo de Ministros no se un «lugar de querellas», pero para Jury «en cada reunión habrá disputas».
«Si el consenso nacional no se consolida, este gobierno va a administrar la crisis sin avanzar», adviertió Fadia Kiwane, directora de ciencias políticas de la universidad Saint-Joseph de Beirut.
«Estamos sentados en un barril de pólvora debido a la mala situación regional», dijo.
«Nos dirigimos hacia la inestabilidad política y la inseguridad pues el Líbano sigue siendo, guste o no, un campo de batalla para las potencias», concluyó.