Nuevo Contrato Social basado en la voracidad


Intentaré resumir un texto que recibí­ y que contiene el «Nuevo contrato social», publicado originalmente en 2003, que no es una crí­tica social, sino que destaca los hechos resultantes de la innegable predilección de muchos habitantes del mundo por la comodidad, la indiferencia, la ceguera y la sumisión:

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

Acepto la despiadada competitividad como la base de nuestro sistema, aunque engendre dolor, frustración y cólera a la mayorí­a de los perdedores. Acepto que diariamente me humillen y me exploten a cambio de que yo humille y explote a otra persona que considero inferior a mí­. Acepto la exclusión de los marginados, los inadaptados y los débiles porque son una carga que no puede aceptar la sociedad.

Acepto remunerar generosamente a los bancos para que inviertan mi sueldo a su conveniencia, que no me den ningún dividendo de sus ganancias, y que me descuenten comisiones por cualquier operación que realice. Acepto que se haga la guerra por cualquier motivo, para lograr la paz y que en nombre de la paz el primer gasto de todos los estados sea el de la Defensa.

Acepto que las instituciones financieras internacionales otorguen más dinero a los gobiernos para comprar armamento.

Acepto que la idea de la felicidad se reduzca a la comodidad, que el amor se limite al sexo y que la libertad se reduzca a la satisfacción de todos los deseos, conforme la publicidad. Acepto que el valor de una persona sea siempre proporcional a su cuenta bancaria, que se aprecie su utilidad en función de su productividad y no de sus cualidades. Acepto que se recompense exageradamente a los deportistas famosos y a los actores taquilleros, y se premie menos a los poetas, pintores, maestros, escritores e intelectuales en general.

Acepto que se destierre de la sociedad a las personas mayores, cuya experiencia y sabidurí­a podrí­a sernos útil, pero no la aprovechamos porque los ancianos sólo sirven para estorbar.

Acepto que los grandes empresarios, militares, polí­ticos  y jefes de Estado celebren reuniones regularmente para que, sin consultarnos, decidan comprometer el porvenir de la vida, la salud y el bienestar del planeta y todos nosotros. Acepto la idea que sólo existen dos opciones en la naturaleza: cazar o ser cazado, y que si estamos dotados de conciencia y lenguaje no es para escapar de esa dualidad, sino para justificar porqué actuamos irracionalmente.

Acepto sin discutir y considero como verdades todas las teorí­as cientí­ficas propuestas para la explicación de los misterios de nuestros orí­genes, y, de esa cuenta, acepto que la naturaleza dedicó millones de años para crear a un ser humano cuyo único pasatiempo histórico es la destrucción de su propia especie. Acepto la búsqueda desesperada del beneficio propio como fin supremo de la Humanidad, y la acumulación de riqueza como la máxima realización de toda la vida, para sea que sea 100 % plena.

Acepto la destrucción de los bosques y la desaparición de animales y aves, así­ como la continua extinción  de peces y otras especies en rí­os, lagos y mares. Acepto el aumento de la polución industrial y la dispersión de venenos quí­micos y de elementos radiactivos en la naturaleza, como algo necesario y conveniente. Acepto la utilización de toda clase de aditivos quí­micos artificiales en las máquinas, en la tierra y en mi alimentación, porque estoy convencido de que si la publicidad así­ lo asevera, son útiles e inocuos.

Acepto el sistema sin plantear ninguna objeción. Acepto no formular ninguna oposición verdadera, porque estoy muy ocupado con mi subsistencia  y con el resto de mis preocupaciones. Acepto en mi alma, mi mente y en mi conciencia la realidad de este nuevo contrato social del siglo XXI, porque siempre he preferido ver la realidad de las cosas tal como el sistema me las presenta. ¡Lí­deres del mundo!: sé que todos ustedes actúan por mi bien, por el de todos y por el sistema. Por eso les doy las gracias.