Nuevo atentado suicida en Pakistán


Un soldado paquistaní­ custodia el ingreso al cuartel de Rawalpindi, cerca del lugar del ataque en donde 42 personas perdieron la vida. FOTO LA HORA: AFP AAMIR QURESHI

Otro atentado contra los militares mató a 41 personas hoy en el noroeste de Pakistán, un dí­a después de un espectacular ataque y una toma de rehenes en el Cuartel General del Ejército paquistaní­ reivindicado por los talibanes afines a Al Qaeda.


Athar Abbas, vocero del Ejército paquistaní­, ofrece detalles del ataque. FOTO LA HORA: AAMIR QURESHIPaquistaní­es brindaron homenajes florales por los caí­dos en el atentado. FOTO LA HORA: AFP AAMIR QURESHI

Cerca de 280 atentados perpetrados en su mayorí­a por kamikazes talibanes han matado a más de 2.200 personas en todo el paí­s en poco más de dos años.

Este nuevo ataque se produce justo después de que el Ejército anunciase que habí­a bombardeado los escondrijos de los talibanes en las zonas tribales del noroeste del paí­s, fronterizas con Afganistán, en preparación de una vasta ofensiva contra los islamistas que el Ministro del Interior calificó de «inminente».

Esos ataques aéreos mataron a 31 presuntos islamistas ayer y hoy, según el Ejército.

El atentado suicida de hoy fue perpetrado por un hombre a pie al paso de un convoy militar por un abarrotado mercado de la localidad de Alpuri y en él murieron 35 civiles y 6 soldados, según un ministro provincial.

Alpuri se encuentra en la Provincia de la Frontera Noroeste, fronteriza con Afganistán y cercana al valle de Swat, donde el ejército lleva a cabo desde abril una vasta ofensiva contra los talibanes.

Este atentado suicida, el tercero en una semana, tiene lugar tres dí­as después de que un kamikaze con un vehí­culo cargado de explosivo matase a 52 personas en un concurrido mercado de Peshawar, la capital de la Provincia de la Frontera Noroeste.

El 5 de octubre murieron cinco empleados de la ONU cuando otro kamikaze hizo estallar su carga explosiva en los locales altamente protegidos de una agencia de Naciones Unidas en Islamabad.

Este nuevo derramamiento de sangre se suma a un audaz ataque el fin de semana contra el Cuartel General del Ejército paquistaní­ que puso en evidencia que los talibanes pueden golpear cuando y donde quieran a pesar de las operaciones militares contra sus bastiones en las zonas tribales.

Así­, los islamistas lograron lanzar el sábado un intrépido asalto seguido de una toma de rehenes en la sede del estado mayor y del mando militar en Rawalpindi, cerca de Islamabad, en el corazón del dispositivo de mayor seguridad del paí­s.

El ataque y la toma de rehenes, que duró 24 horas y terminó el domingo con un asalto militar, se saldó con la muerte de 11 militares -entre ellos un general y un coronel-, tres rehenes y ocho de los asaltantes.

«Tenemos capacidad para golpear donde queramos en Pakistán, podemos tomar como blanco los lugares más importantes», declaró Azam Tariq, portavoz del Movimiento de los Talibanes de Pakistán (TTP), afí­n a Al Qaeda, que reivindicó el ataque al Cuartel General del Ejército.

Este grupo es el principal responsable de la ola de atentados que sacude al paí­s desde 2007. El TTP reprocha al gobierno de Islamabad ser aliado de Washington desde finales de 2001 en su «guerrra contra el terrorismo».

El ejército paquistaní­ se dispone a lanzar una amplia ofensiva en el principal bastión del TTP, la provincia de Waziristán del Sur, uno de los distritos tribales fronterizos con Afganistán donde, según Estados Unidos, Al Qaeda y los talibanes afganos implantaron las bases desde las que lanzan ataques en suelo afgano.

Con regularidad, los aviones sin piloto de la CIA o del ejército estadounidense disparan misiles en las zonas tribales contra los dirigentes de la red de Osama bin Laden y de los talibanes.

Esta intensificación de la violencia tiene lugar en momentos en el que presidente estadounidense Barack Obama, al que se acaba de atribuir el premio Nobel de la Paz, ha lanzado una importante revisión de la estrategia de su paí­s en Afganistán, y Pakistán, ocho años después de la intervención militar que expulsó a los talibanes del poder tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.