En el mundo empresarial de hoy, son los jóvenes los que transforman radicalmente los mercados. Son los jóvenes los que dan forma a la demanda de productos y servicios y es esta demanda la que alienta a los nuevos empresarios a gastar sus neuronas creativas para resolver problemas y darnos más y mejor vida.
No es necesario ser joven para participar del cambio, solo se necesita tener la suficiente amplitud para escucharlos e intentar comprenderlos para poder subirse al vagón del cambio. Como una organización comercial, que para sobrevivir necesita darse cuenta de cuáles son los requerimientos del mercado, en política también son los jóvenes la indudable fuente de alteración de curso. El joven tiene por naturaleza una mejor actitud ante el riesgo que las personas mayores, además el joven es un sujeto que tiene mejores aptitudes para adaptarse al cambio y esto le hace no temerle de la forma como le teme el hombre mayor.
Es indispensable que más jóvenes se involucren en la política del país para que esta nave pueda enfilar al camino adecuado. Tenemos suficientes líderes jóvenes con preparación envidiable como para salir del atasco en el que nos encontramos pero es necesario alentarlos a hacer política o al menos involucrarse cívicamente en el quehacer político del país. Para involucrarse en política no necesariamente tienen que optar a cargos de elección o a posiciones en el aparato de gobierno, simplemente necesitamos que esos jóvenes líderes utilicen algo de su fervorosa voluntad creadora para participar en política, en muchas y distintas actividades. Tan sencillo como plantear y alentar diálogos y discusiones de temas políticos en redes sociales, perder el miedo a decir lo que se piensa y cree de los temas que a diario se discuten, influir con sus opiniones en las discusiones que de lo político enfrentan a diario con familiares y amigos es una forma válida de participación política. Muchos años hace que se percibe a la actividad política de gobierno como una ocupación intrínsecamente podrida y por lo tanto regularmente alentamos a esos grandes líderes jóvenes a no involucrarse. Esta mala costumbre no hace sino reducir nuestras posibilidades de cambio enormemente e increíblemente seguimos renegando de nuestra condición actual pero no somos lo suficientemente agresivos para provocar los cambios y seguimos eligiendo a los clásicos rentistas parásitos.
Siempre he pregonado que el problema nuestro es más de sistema que de personas pero es indiscutible que necesitamos esa esperada camada de nuevos políticos que antes de enmelarse en los pegajosos brazos de la corrupción tomen algunas decisiones críticas que nos permitan dar un giro. La situación es tan mala que la experiencia de gobierno es más una debilidad que una fortaleza en un candidato. El país necesita urgentemente de la osada decisión de unos cuantos jóvenes de participar en política para que desde sus posiciones dirijan un tratamiento de shock a nuestro sistema. De hecho las comunicaciones de hoy en día permiten a algunos de nuestros jóvenes líderes compararse con los de países de primer mundo. Serán ellos los que tendrán que saber reconocer la oportunidad y responsabilidad para participar y dirigir el cambio.