Nuevas esperanzas


Integración. José Sócrates, primer ministro portugués, saluda a José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea. Con el tratado de Lisboa, la Unión Europea abrió paso para continuar con la integración del bloque. (AFP / La Hora)

El pasado septiembre, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, aseveraba en Hungrí­a que Europa necesita que su integración polí­tica sea una realidad, porque sino «Europa no será Europa». El 19 de octubre, su reiteración obtuvo una respuesta, con la aprobación por parte de los mandatarios de la Unión Europea del Tratado de Lisboa, que podrí­a significar la realización del proceso de integración europea, en marcha desde hace más de seis años.


El Tratado de Lisboa, versión simplificada de la fallida Constitución, que fue rechazada por sendos referéndums en Holanda y Francia en 2005, será firmado por los 27 miembros del bloque el próximo 13 de diciembre, abriendo así­ nuevas esperanzas para la definitiva integración polí­tica de Europa.

Hace dos años, razones ampliamente conocidas llevaron a la crisis de la Constitución europea, que los mandatarios del bloque no supieron afrontar con suficiente í­mpetu, a pesar del respaldo de los polí­ticos y del pueblo al proceso impulsado por los «Padres de Europa». La opinión pública considera que la UE deberí­a elaborar un proyecto que afrontara los desafí­os de la globalización económica y se adaptara al funcionamiento del propio organismo, y así­ reavivara y permitiera a Europa seguir adelante. A pesar de que el Tratado de Lisboa no es perfecto, constituye una respuesta segura a la evolución de la Unión Europea.

El nuevo Tratado provee un marco estable y duradero para el efectivo funcionamiento de la UE después de su ampliación. En primer lugar, la UE será más democrática, a causa del aumento del poder y la influencia del Parlamento Europeo, así­ como el mayor papel de los Parlamentos nacionales en la toma de decisiones.

En segundo lugar, se extenderá el marco de aplicación del sistema de votación por «doble mayorí­a», que simplificará el proceso de toma de decisiones, en especial campos sensibles como Justicia y Polí­tica Interna, mientras los paí­ses miembros perderán el derecho al veto. Esto significa que uno o un pequeño grupo de paí­ses miembros no podrán poner obstáculos a la evolución de la Unión.

En tercer lugar, se creará el nuevo cargo de Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y la Polí­tica de Seguridad, que será al mismo tiempo vicepresidente de la Comisión Europea y tendrá a sus órdenes un servicio de acción exterior. Obviamente, tendrá más peso y capacidad de acción, pues se espera que en cuanto entre en vigor, el Tratado de Lisboa otorgará a la Unión Europea más capacidad de enfrentarse a los desafí­os y de jugar un papel más importante en la esfera internacional.

La aprobación del Tratado de Lisboa ayudará a la reactivación de las polí­ticas de seguridad y defensa, y pondrá fin a la crisis de la Constitución, para poder empezar a tratar las cuestiones realmente importantes.

El Alto Representante de la UE para Polí­tica Exterior y Seguridad, Javier Solana, subrayó en declaraciones recientes que si la UE tiene la intención de afrontar una serie de asuntos de verdadera importancia, éstos no solo se referirán al mercado común, sino que también tendrán relación con las polí­ticas de seguridad y diplomacia.

Por su parte, Sarkozy también subrayó que las ambiciones europeas no se verán satisfechas sólo con la prosperidad y el crecimiento económico y la disminución del desempleo, sino que Europa necesita tener voz propia en la polí­tica mundial.

Según el calendario previsto, el Tratado de Lisboa entrará en vigor en enero de 2009, aunque el sistema de votación anterior tendrá efecto hasta 2017. Los puntos del Tratado relacionados con la polí­tica interna, como los impuestos, la seguridad social, la diplomacia y la defensa, entre otros, seguirán regiéndose por el sistema de «voto por unanimidad». Por consecuente, existen todaví­a varios obstáculos para la integración polí­tica de la Unión.

Además, de acuerdo con los pasos establecidos, antes de entrar en vigor, el Tratado necesita de la aprobación de todos los paí­ses miembros, que podrán realizarla por medio de la ratificación parlamentaria, aunque Irlanda ya ha anunciado que organizará un referéndum popular, que podrí­a amenazar la entrada en vigor del Tratado según lo previsto.