El pasado septiembre, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, aseveraba en Hungría que Europa necesita que su integración política sea una realidad, porque sino «Europa no será Europa». El 19 de octubre, su reiteración obtuvo una respuesta, con la aprobación por parte de los mandatarios de la Unión Europea del Tratado de Lisboa, que podría significar la realización del proceso de integración europea, en marcha desde hace más de seis años.
El Tratado de Lisboa, versión simplificada de la fallida Constitución, que fue rechazada por sendos referéndums en Holanda y Francia en 2005, será firmado por los 27 miembros del bloque el próximo 13 de diciembre, abriendo así nuevas esperanzas para la definitiva integración política de Europa.
Hace dos años, razones ampliamente conocidas llevaron a la crisis de la Constitución europea, que los mandatarios del bloque no supieron afrontar con suficiente ímpetu, a pesar del respaldo de los políticos y del pueblo al proceso impulsado por los «Padres de Europa». La opinión pública considera que la UE debería elaborar un proyecto que afrontara los desafíos de la globalización económica y se adaptara al funcionamiento del propio organismo, y así reavivara y permitiera a Europa seguir adelante. A pesar de que el Tratado de Lisboa no es perfecto, constituye una respuesta segura a la evolución de la Unión Europea.
El nuevo Tratado provee un marco estable y duradero para el efectivo funcionamiento de la UE después de su ampliación. En primer lugar, la UE será más democrática, a causa del aumento del poder y la influencia del Parlamento Europeo, así como el mayor papel de los Parlamentos nacionales en la toma de decisiones.
En segundo lugar, se extenderá el marco de aplicación del sistema de votación por «doble mayoría», que simplificará el proceso de toma de decisiones, en especial campos sensibles como Justicia y Política Interna, mientras los países miembros perderán el derecho al veto. Esto significa que uno o un pequeño grupo de países miembros no podrán poner obstáculos a la evolución de la Unión.
En tercer lugar, se creará el nuevo cargo de Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y la Política de Seguridad, que será al mismo tiempo vicepresidente de la Comisión Europea y tendrá a sus órdenes un servicio de acción exterior. Obviamente, tendrá más peso y capacidad de acción, pues se espera que en cuanto entre en vigor, el Tratado de Lisboa otorgará a la Unión Europea más capacidad de enfrentarse a los desafíos y de jugar un papel más importante en la esfera internacional.
La aprobación del Tratado de Lisboa ayudará a la reactivación de las políticas de seguridad y defensa, y pondrá fin a la crisis de la Constitución, para poder empezar a tratar las cuestiones realmente importantes.
El Alto Representante de la UE para Política Exterior y Seguridad, Javier Solana, subrayó en declaraciones recientes que si la UE tiene la intención de afrontar una serie de asuntos de verdadera importancia, éstos no solo se referirán al mercado común, sino que también tendrán relación con las políticas de seguridad y diplomacia.
Por su parte, Sarkozy también subrayó que las ambiciones europeas no se verán satisfechas sólo con la prosperidad y el crecimiento económico y la disminución del desempleo, sino que Europa necesita tener voz propia en la política mundial.
Según el calendario previsto, el Tratado de Lisboa entrará en vigor en enero de 2009, aunque el sistema de votación anterior tendrá efecto hasta 2017. Los puntos del Tratado relacionados con la política interna, como los impuestos, la seguridad social, la diplomacia y la defensa, entre otros, seguirán regiéndose por el sistema de «voto por unanimidad». Por consecuente, existen todavía varios obstáculos para la integración política de la Unión.
Además, de acuerdo con los pasos establecidos, antes de entrar en vigor, el Tratado necesita de la aprobación de todos los países miembros, que podrán realizarla por medio de la ratificación parlamentaria, aunque Irlanda ya ha anunciado que organizará un referéndum popular, que podría amenazar la entrada en vigor del Tratado según lo previsto.