La Ciudad del Rey David o sea Jerusalén y la aldea aledaña de Belén en Israel, ya era entones la más soñada de todas las naciones conocidas cuando nació Jesús, ahora lo son con mayor razón por ese acontecimiento. También hay ahora grandes ciudades del mundo que son sueños de inmigrantes en las que se busca prosperidad, y sus gobernantes les cierran sus fronteras, los propios nacionales discriminan cerrándoles las puertas de sus viviendas y negándoles trabajo.
Así fue con la venida a este mundo del niño de la Virgen María y José su padre como se creía, llamado: Jesús de Nazaret. No hubo lugar para ellos, más que en el establo, pero iluminado éste por la estrella de Belén como figura de brillante y acertado pensamiento contemporáneo, fue convertido en trono para su nacimiento.
Han pasado ?a guisa de tiempo? 2,007 navidades que desde entonces y ahora abren los cielos para hacernos escuchar en recuerdo el cántico y mensaje que se oyó en Belén, de: «os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que ha nacido hoy en la Ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor», que vino a quitar las barreras que impiden a los hombres acercarse unos a los otros, y más que todo, para acercarnos al Verdadero Dios Vivo y al cielo, en cualquier ciudad y naciones del mundo por medio del niño, Hijo de Altísimo y hacernos sentir a Dios en la tierra.
Hoy como entonces y al fin de cada tiempo y sucesos de la vida, en todo lugar y espacio del mundo, la buena estrella de la fe ha de llevarnos al Cristo que nació en Belén, los oídos espirituales ?afinados para ello?, han de oír de nuevo el coro de los cielos, para que las mentes se abran y entregarle el corazón, al tiempo que se escuche la música de fiesta que sigue en los cielos por cada pecador que se arrepiente, convierta y cambie su destino.
En el plan eterno de Dios estuvo salvar a los seres humanos perdidos en el mundo, mediante el conocimiento en plenitud de la maravillosa y completa personalidad de Jesucristo, no en fragmentos de su evidencia ni mecánica enseñanza religiosa, sino en comprender el Amor que a Dios y al El lo impulsa a venir a nacer en cada corazón. Sin embargo, en cada aldea, pueblo, ciudades y naciones habrá personas que todavía tendrán que decir, como los humanos de antes que viniese el Salvador: «pasó el invierno, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos» y vino una Navidad y otra más, cuántas han venido sin aceptar el cambio sobrenatural que í‰l vino a traer a todos los perdidos.
Argumentaba el profeta Jeremías: «que aun la cigí¼eña en el cielo conoce su tiempo, y la tórtola y la golondrina guardan el tiempo de su venida; pero el pueblo no conoce todavía el juicio de amor de Jehová», ni el día de su visitación por Jesucristo, toca el corazón y no se le abre para ser verdaderamente felices al paso de cada Navidad.
Sobre las ilusiones de unos y las desilusiones de otros, es de desearse que al recibir el Don Inefable de Dios, nos acerquemos los unos a los otros, no sólo por el momento emocional de la Navidad como una posada temporal sino para que se quede con cada uno como el regalo venido de Dios, ofrecido por el mismo Jesús ya resucitado aparecido como el forastero de Israel, a quien los caminantes de Emaús le dijeran: quédate ?con nosotros porque se hace tarde? para tener la paz estable que tanto se desea, la vida abundante que a diario tanto acortan las manos criminales, y la seguridad y prosperidad que sólo Dios puede dar, y como fin la vida eterna.
Sólo así, ante la difícil situación que el mundo y nuestra GUATEAMADA atraviesa, podemos desearnos que el año y nuevo orden de gobierno que se inicia, sea un año que se corone de favores de progreso en lo cultural y humano, prosperidad y tranquilidad para todos.