Tres mil estadounidenses, en su mayoría neoyorquinos, lucharon en la Guerra Civil Española al lado de la República, atraídos por el aura romántica del conflicto y por razones de muy diversa índole, como muestra una exposición inaugurada ayer en la ciudad.
«Contra el fascismo: Nueva York y la Guerra Civil Española», en el Museo de la ciudad de Nueva York hasta el próximo 12 de agosto, incluye obras de arte, testimonios gráficos y escritos de esos soldados así como objetos relacionados con su estancia en España, como armas y uniformes.
En el momento del golpe militar en España, en julio de 1936, Nueva York «aún estaba sufriendo las penurias económicas de la Gran Depresión y sin embargo estaba llena de idealismo y esperanza», explicó la directora del museo, Susan Henshaw Jones.
En una ciudad en la que convivían españoles, italianos, alemanes y rusos, anarquistas, conservadores y comunistas, o judíos y católicos, el conflicto en España, primer asalto de la lucha contra el fascismo que se prolongaría en tierras europeas hasta la Segunda Guerra Mundial, despertó pasiones encendidas.
John Dos Passos, Matha Gellhorn o Ernest Hemingway enviaban sus crónicas idealizando la guerra -«ningún hombre vuelve a la tierra con más honor que los que mueren en España», escribió el último.
Pese a la descarada asistencia a Franco de la Alemania nazi y la Italia fascista, las potencias democráticas -Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña- respetaron su compromiso de no intervenir, lo que aceleró la formación de contingentes de voluntarios.
El 26 de diciembre de 1936 zarpó de Nueva York con destino a España un barco con el primer destacamento de 86 voluntarios, que constituiría el núcleo de la Brigada Abraham Lincoln, la aportación estadounidense a las Brigadas Internacionales que combatirían contra Franco.
De los casi 3 mil estadounidenses que combatieron en España, mil eran de Nueva York.
Se trataba de «gente como sus vecinos o los míos, que estaban comprometidos apasionadamente con el espíritu de sus tiempos», explicó Henshaw Jones.
Un tercio de ellos murió en España. La mayoría eran hijos de inmigrantes de clase obrera, otros, los menos, venían de clases acomodadas, algunos buscaban satisfacer inquietudes políticas y otros simplemente emociones fuertes.
Muchos de ellos eran judíos y, en menor medida, afroamericanos, que vieron la oportunidad de plantar cara al nazismo, del que vislumbraban sus ambiciones aniquiladoras y su carácter racista.
La exposición sirve para conocer mejor a algunos de ellos. Por ejemplo, Ben Leider, nacido en Rusia y emigrado a Brooklyn cuando tenía cinco años.
Leider se alistó en la aviación republicana bajo el nombre de José Landó y murió pilotando en la batalla del Jarama (cerca de Madrid) el 19 de febrero de 1937, convirtiéndose en el primer estadounidense en morir en la Guerra Civil.
El último de sus compatriotas en morir en tierras españolas fue James Lardner, que abandonó el periodismo para ir a combatir y que el 3 de mayo de 1938 escribía a su familia desde Barcelona.
La carta forma parte de la exposición y sirve para hacerse una idea de las razones que tenían aquellos estadounidenses para ir a pelear a una guerra ajena.
«Porque creo que el fascismo es un error y debe ser exterminado, y que la democracia liberal, o más bien el comunismo, son lo correcto (…) Porque en mi ambiciosa búsqueda del conocimiento en todos los campos, no puedo ignorar la guerra».
«Porque necesito algo remarcable en mi historial (…) Porque hay una muchacha en París que tendrá que aprender que mi presencia no es necesaria para su existencia (…) Para mejorar mi español y mi francés».