El emisario especial estadounidense para Medio Oriente, George Mitchell, inició hoy una nueva gira por la región para tratar que israelíes y palestinos reanuden conversaciones de paz, pero, según los observadores, es probable que deba más bien calmar nuevas tensiones.
El ex senador norteamericano, que ha multiplicado sus viajes a la región en los últimos meses, aún no ha conseguido reactivar las negociaciones israelo-palestinas, empantanadas desde la ofensiva israelí contra la franja de Gaza en diciembre y enero pasados.
En Jerusalén se entrevistó con el presidente israelí Shimon Peres, antes de reunirse con los ministros de Defensa, Ehud Barak, y de Exteriores, Avigdor Lieberman.
El viernes, será recibido por el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y por el presidente palestino Mahmud Abas.
Mitchel llega en el contexto de una cumbre tripartita, celebrada en Nueva York a fines de septiembre, entre el presidente estadounidense Barack Obama, Netanyahu y Abas, más simbólica que otra cosa.
Si alguna esperanza de éxito persistía, el ministro israelí de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, se encargó de borrarla cuando afirmó que no creía posible un acuerdo global con los palestinos.
«Los que creen que en los próximos años se puede llegar a un acuerdo global que significaría el término del conflicto no comprenden la realidad. Siembran ilusiones y nos llevan a un conflicto general», declaró a la radio pública.
Según su opinión, hay que postergar «para mucho más tarde los temas difíciles» como el estatuto de Jerusalén, las colonias judías en los territorios palestinos ocupados o el derecho al retorno de los refugiados palestinos, para concentrarse en un «acuerdo interino».
Los palestinos rechazan este enfoque y exigen un acuerdo global.
Los analistas coinciden en pensar que las posibilidades de éxito de Mitchell son casi nulas.
«Sería sorprendente si hubiese un avance significativo. Pienso que está aquí más bien para tratar de calmar las cosas», dijo Mark Heller de la Univesidad de Tel Aviv.
Este pesimismo se funda en los recientes enfrentamientos en los barrios árabes de Jerusalén, en torno a la explanada de las Mezquitas, un polvorín en pleno centro de la Ciudad Santa y en las divisiones en el seno de la Autoridad Palestina de Mahmud Abas.
Este último está debilitado, a la defensiva y criticado en su propio campo.
Le reprochan haber reclamado, por presión estadounidense e israelí, la postergación del voto por el consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas de una resolución del informe Goldstone que acusa a Israel de crímenes de guerra durante la ofensiva contra Gaza.
Frente a esta reacción contraria generalizada, Abas debió dar media vuelta y apoyar una iniciativa libia para que el informe Goldstone sea sometido ante el Consejo de Seguridad de la ONU.
«El crédito del presidente palestino en el seno de su pueblo e incluso al interior del Fatah (su partido) está muy maltrecho», según el analista palestino Samih Shabib.
Por el lado israelí, el ambiente es de victoria, con Netanyahu que no ha cedido ni un ápice en el terreno de la colonización, cuya suspensión reclama Estados Unidos.
«George Mitchell está enfrentado a numerosos problemas, pues se ha comprobado que ahora se puede decir no al presidente estadounidense y seguir viviendo», hizo notar Eytan Gilboar, experto en las relaciones israelí-norteamericanas.