Nueva defección para Toyota


Conferencia. Katsuaki Watanabe, presidente de Toyota, en una conferencia de prensa. (AFP / La Hora)

El gigante automovilí­stico Toyota ha sufrido una segunda defección en menos de un mes con la salida del vicepresidente de su marca Lexus, Jim Farley, a Ford, pocas semanas después del fichaje por Chrysler de su primer administrador extranjero Jim Press.


El constructor estadounidense Ford anunció ayer el fichaje de Farley, un americano de 45 años, como nuevo director de márketing y comunicación. Pocas semanas antes, el primer extranjero en sentarse en el consejo de administración de Toyota, el estadounidense Jim Press, anunció su marcha de la multinacional nipona para recalar en Chrysler, lo que provocó una enorme sorpresa en Japón.

Press habí­a estado 37 años en Toyota y llegó a dirigir la filial estadounidense de la marca. Estaba considerado como uno de los escasos extranjeros capaces de comprender la peculiar cultura empresarial del primer fabricante de automóviles del mundo.

«Toyota necesita convertirse en una verdadera empresa globalizada y para ello necesita dirigentes extranjeros capaces. Gente como Press son un sí­mbolo que permite a Toyota reafirmarse como empresa internacional», explica Tatsuya Mizuno, analista de Fitch.

«Su sustitución será difí­cil. No existe mucha gente que sea al mismo tiempo competente, que conozca el mercado norteamericano y que se adapte a los métodos Toyota», añade.

Este analista considera que «perder a estos directivos dañará a Toyota, pero al fin y al cabo, no es un problema enorme» y no afectará a los dos puntales de Toyota como constructor: el uso de la tecnologí­a punta y la calidad de sus coches.

Toyota anuncio que Farley será reemplazado en Lexus por el actual vicepresidente de Toyota Motor Sales en los Estados Unidos, Jim Lentz. «El hecho de que Farley haya sido seleccionado (por Ford) demuestra hasta qué punto la industria admira el talento, el conocimiento y la experiencia» de Toyota, destacó Lentz en un comunicado.

Recientemente coronado número uno mundial en detrimento del constructor estadounidense General Motors, el problema de Toyota es que sigue siendo un grupo familiar dirigido «a la japonesa»: Empleo para toda la vida, ascensos según antigí¼edad y decisiones colegiadas.

Los aumentos de salario son para todos los empleados igual, desde el presidente de la compañí­a hasta el último de los obreros de la cadena de montaje.

Este sistema es válido para un paí­s como Japón, en el que prima la lealtad a la empresa y en el que pasar a la competencia para ganar más dinero es un comportamiento aún raro y mal visto.

Pero al rechazar ofrecer las remuneraciones que dan otras empresas occidentales, Toyota sufre a veces para retener a sus directivos extranjeros más capacitados.

«Sin ofrecer mucho dinero es difí­cil encontrar personal estadounidense capacitado. Y si Toyota acuerda un trato especial a los norteamericanos, se encontrará con el problema de desigualdad de trato con respecto al personal japonés», concluye Mizuno.