Nuestros valientes migrantes


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Aproximadamente dos millones de guatemaltecas y guatemaltecos han inmigrado hacia el norte. Preguntémonos cuántos de nosotros tendríamos el valor y la entereza de dejar nuestro terruño, a nuestra esposa o esposo, hijos, padres y lanzarnos a la riesgosa trayectoria de atravesar México subidos en un vagón de tren o en un tanque y durante varios días sobrevivir expuestos no solo a la intemperie sino a grupos de personas que inescrupulosamente asaltan, secuestran y/o engañan a quienes con todo arrojo deciden cruzar para llegar a los Estados Unidos de América, para lograr la sobrevivencia y beneficio de sus hijos y de sus padres y poder lograr un ingreso que les permita enviar mensualmente una remesa que en la mayoría de los casos es la comida, el techo, la luz, el agua y la educación de quienes se quedaron acá.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com


Las oportunidades que buscan son de sobrevivencia porque en Guatemala no existen los trabajos suficientes y los salarios continúan siendo en su mayoría de miseria, a pesar que la canasta básica alimenticia durante el presente gobierno sube todos los meses, siendo que los productores son conocidos al igual que su alta rentabilidad y su bajo pago de impuestos.

Para poder inmigrar incluso muchos de nuestros compatriotas no solo arriesgan su vida y enfrentan las vicisitudes del viaje, sino tienen que comprometerse a pagar cientos de miles de quetzales a quien supuestamente los guiará en ese peligroso viaje y teóricamente los introducirá de forma no legal en Estados Unidos.

Qué injusto, qué poco ecuánime que los guatemaltecos a pesar de todas las dificultades naturales: huracanes, terremotos y demás no se les otorgue el Estatuto de Protección Temporal (TPS) como sí se les otorgó a los salvadoreños, hondureños y nicaragüenses. Qué inhumano es que deporten a miles de guatemaltecos y guatemaltecas que están honradamente trabajando en los puestos menos apetecidos por los norteamericanos.  Acaso es un secreto que en la agricultura de ese país la mayor parte es mano de obra latinoamericana; que en la construcción, los peones o ayudantes también son latinos; lo mismo acontece en los puestos ínfimos de los restaurantes.

Cuántos de quienes ahora no se apiadan de los migrantes hace escasos 100 años sus familias inmigraron de Rusia, Polonia, Irlanda, Italia, Alemania, Francia u otros países. El mismo presidente Barack Obama, que tiene en sus manos los TPS o la suspensión de las deportaciones que en muchos casos separan a los padres de sus hijos ya nacidos en Estados Unidos, es el resultado de la unión de un inmigrante temporal, su padre con una norteamericana de amplio criterio.
Cuando vemos que a una guatemalteca la primera dama de Estados Unidos públicamente la aplaude, la premia por su valentía, procede preguntarnos quiénes son más valientes, la persona que ella honró o los millones de hombres y mujeres que se han sacrificado e inmigrado para que sus hijos y sus padres no se mueran de hambre, ni tengan que mendigar en su vejez, que se conforman con poder trabajar y enviar con el sudor de su frente una remesa familiar de subsistencia.

¡Guatemala es primero!