Nuestros niños



Somos un paí­s peculiar, puesto que no hay otro en el mundo que haya hecho de sus habitantes el principal producto de exportación. Y no hablamos sólo de los cientos de miles de guatemaltecos que han emigrado a Estados Unidos en busca de un mejor futuro y que se parten el alma para mantener nuestra economí­a gracias al constante enví­o de sus remesas familiares, sino que también de la forma en que como sociedad aceptamos que se produzca un auténtico tráfico de niños que son vendidos a familias norteamericanas en un negocio que simula ser una adopción.

LA HORA ha exaltado siempre la adopción como una de las más nobles instituciones de nuestro derecho civil y creemos que debe protegerse y estimularse para que cumpla con sus fines históricos, que son los de proveer de familia a niños que por alguna circunstancia quedaron sin sus padres biológicos. Como beneficio adicional y colateral, la adopción provee a familias sin hijos la oportunidad de tenerlos cuando la naturaleza no se los permite y en casos muy especiales, hace que familias con hijos propios pero sumamente generosas, adopten a niños que de esa forma pueden encontrar un futuro mucho mejor al beneficiarse de un completo entorno familiar.

Pero lo que no se puede permitir es que nuestro paí­s exporte niños como negocio en jugosas transacciones que representan más de cien millones de dólares al año que se cobran por el trámite de eso que se conoce como proceso de adopciones, pero que en realidad es una simple y burda compraventa de infantes y que es lo que se pretende frenar con la ley de adopciones que se discute en el Congreso de la República y que debiera ser aprobada en esta semana.

Hay, de hecho, una producción promovida de niños cuya venida al mundo es cabalmente para mantener la oferta de infantes que han de ser ubicados en adopción con hogares extranjeros dispuestos a pagar cantidades que se cifran en alrededor de 25,000 dólares por cada uno de los niños que van al exterior. Y eso para no mencionar que cuando no se da abasto la producción con madres que son contratadas para que se embaracen y den a luz hijos para la venta, también se recurre al robo de niños que ocurre desde los mismos hospitales públicos donde las salas cunas se convierten en centro de operaciones de las más inescrupulosas bandas de traficantes.

Como guatemaltecos debemos exigir que cese el tráfico de niños. Que se mejore la adopción para cumplir con sus fines históricos y tan beneficiosos, pero que deje de ser un negocio del que viven auténticas bandas de crimen organizado que no por ser de letrados son menos peligrosas.