Las últimas décadas del siglo XX estuvieron marcadas por varios hechos históricos, pero sobre todo tecnológicos. La sociedad guatemalteca recién salía de su adormecimiento al cual fue condenada por la castración de la libertad de expresión y su iniciativa durante la guerra interna, y la entrada a la globalización fue un fuerte golpe, al cual no le costó acostumbrarse.
mcordero@lahora.com.gt
Y es que, según las teorías de Karl Marx, los cambios en la infraestructura (es decir, la tecnología y los modos de producción), son mucho más rápidos que los cambios en las ideologías, y que ésta se ve transformada con los avances de la ciencia. O sea, que las nuevas tecnologías van transformando nuestra forma de ver la vida, y no al revés, que la tecnología es producto de la ideología, como a veces se suele pensar.
De un momento a otro, las emisoras de radio empezaron a proliferar, y la televisión de pronto se convirtió en un gran negocio. La era digital mostraba avances cada vez más asombrosos, como esas grandes computadoras que prometían una gran revolución, o los juegos de video, como el Atari, le quitaban el sueño a los niños que estaban acostumbrados a sólo jugar arrancacebolla.
Los revelados de fotos empezaban a ofrecer sus servicios de menos de 48 horas, y la apertura de los videoclubs se dispararon, ofreciendo películas sin mucho interés. Estamos en la década de los ochenta, cuando Guatemala estaba encaminándose al retorno democrático, y he aquí una crónica del nacimiento, vida, reproducción y muerte de la tecnología que nos deslumbró y nos ha cambiado la vida.
VIDEOS, CINE Y TELEVISIí“N
Para la primera mitad de la década de los ochenta, los canales de televisión se esforzaban por conseguir todas esas series de moda que causaban furor en Estados Unidos. Claro, la programación estaba más diversificada, aunque probablemente tampoco representaba un meganegocio.
El estatal Canal 5 sembraba en el inconsciente colectivo del guatemalteco con sus panfletos, que aún hoy día pueden ser coreados sin titubeos: «Mamá me han contado que eres un buen soldado», canción que hacía a los niños cuadrarse, sin saber por qué.
Por la poca capacidad económica de poder costear los programas de moda, había más producción nacional. El tradicional programa «Campiña», con todo y Taco y Chalío, era uno de esos pocos programas que realmente unían a la familia, como fue la utopía inicial de la televisión. «Venga con Chalo Venga», y los eternos «Mentes Santas, ¡ASí SE CONTESTA!» y «Cuestión de minutos», ofrecían contenido nacional.
La Liga española era un evento lejano, y a nadie le importaba si se contrataba en el Real Madrid a Cristiano Ronaldo, a Hugo Sánchez o a cualquiera. Aquí lo único que contaba era ver en dónde jugaría Oscar «La Coneja» Sánchez, porque eso aseguraba que el equipo sería competitivo.
Como parte del retorno democrático, las estrategias del mercado se encaminaban cada vez más en atraer a los jóvenes, como clientes potenciales, y por ello, se aprovechó la explosión de la industria del video clip para crear programas en torno a esa temática; «Musicales del Trece», que hace referencia a este canal que tenía, entonces, poca audiencia, creaba verdadero furor en las horas vespertinas, sobre todo cuando transmitía infinitas veces los videos del ahora finado Michael Jackson, o la conmoción que causaban los videos de Queen, especialmente el escandaloso «I want to break free», en donde salían vestidos como mujeres, dando pie a la proyección del movimiento gay lésbico.
De a poco, el gusto empezó a refinarse, sobre todo por la inclusión de la llamada televisión por cable, hoy día tan común como los celulares. Antes de ello, ver programas de otros países sólo era potestad de familiar suficientemente ricas para poder comprar una antena parabólica. Sin embargo, el cable vino a conquistar, poco a poco, el gusto de la gente.
También los videoclubs empezaban a adquirir películas para rentar, gracias a los también ya accesibles videoreproductor. Por el momento, no había vendedores de películas pirata en la Sexta Avenida, e, incluso, no se atormentaba con el (ahora denominado) delito de copiar sin autorización del productor una película.
Sin embargo, los videoclubs apenas podían ofrecer películas viejas, ya que los estrenos aún continuaban siendo potestad de las grandes salas de cine: Lido, Capri, Lux, Aries, y los entonces lujos Capitol.
La concepción hoy día es diferente. La televisión ofrece mayor diversificación de su programación, y la piratería de películas afecta al negocio de las salas de cine, que deben ofrecer, ahora, otros servicios, como comodidades especiales, o visiones en tercera dimensión.
La televisión, frágil y sin mucha programación, es ahora hasta criticada por su poder político y por el tácito monopolio.
En cuanto a los videocasetes, se han convertido ya en uno de los cuantiosos cadáveres de la era digital, sobre todo por la venida del DVD y del Blue Ray, además de YouTube y otras formas de ver programas por Internet.
WALKMAN, KCT Y LP
Recientemente, acaba de cumplir 30 años de vida -si es que aún viviese- el walkman. Este aparato fue una verdadera revolución cultural. Anteriormente, ya había radiograbadoras que operaban con baterías. Sin embargo, las dimensiones eran enormes, y la bulla, quizá, molesta. En los inicios de los ochenta, se veían personas con grandes radiograbadoras montadas sobre sus hombros, para hacer la música portátil, pero eso no era muy cómodo.
Con el walkman, la música empezó a ser portátil y personalizada. Aunque, también, ello tuvo costos sociales, como la abstracción del ambiente de las personas que se desvanecen al tener sus audífonos puestos.
Claro, con el walkman, también proliferó el casete, que ya existía anteriormente, pero que no había desarrollado todas sus posibilidades. Tal es el caso del famoso regalo entre enamorados, en que alguien le daba a su persona amada un casete con la «música romántica favorita para que pienses en mí», como decían las leyendas de esas formas de almacenaje musical.
Claro, las posibilidades de grabar era muy escasas, sobre todo porque no todos tenían el equipo de sonido capaz de grabar de disco de vinil a casete, y los aparatos de doble casetera aún no habían sido inventados. Por tanto, la opción más factible era grabar las canciones de las radios, para crear colecciones personalizadas.
Por supuesto, las radios también se enfocaron mucho en esa nueva población joven que proliferaba. Las emisoras de radio de noticias o de marimba iban desapareciendo, para dar paso a emisoras más frescas que alternaran a Vicky Carr, José José y Roberto Carlos, con la nueva música de rock en inglés que empezaba a invadir su mercado latinoamericano, como Bon Jovi o Deff Lepard.
El casete también ofrecía una mejor posibilidad a los discos de vinilo, que se rallaban con facilidad, y que en costos era hasta cuatro veces mayor. Claro, hoy día, tanto los casetes y los discos son otros cadáveres más. í‰ste murió con el disco compacto, quien también está muriendo, junto con los casetes, con la nueva tecnología digital, el MP3, el iPod y otras formas de almacenamiento electrónico, propiciado por las computadoras.
COMPUTADORAS Y MíQUINA DE ESCRIBIR
El único contacto que, en la década de los ochenta, se tenía con las computadoras, era ese recibo de la Empresa Eléctrica que venía con perforaciones que representaban los 1 y los 0 de la computadora que emitía ese documento de pago.
Fue hasta finales de los setenta, en Estados Unidos, que la Apple empezaba a ver las posibilidades de la computadora personal. «Â¿Quién quiere una computadora personal? Te aseguro que no se venderá», le decían a Steve Jobs, fundador de la Appel, las personas a quienes acudía para financiamiento.
El tiempo le dio la razón a Steve Jobs. Y dinero. Mucho dinero por su idea.
Total es que ver una computadora personal en la década de los ochenta era un verdadero lujo. Pero tenerla, no aseguraba nada. De hecho, casi no servía, y se limitaba su uso para expertos.
En la década de los noventa, las computadoras empezaron a ser más comunes, como esas -ahora odiosas, pero entonces- amadas 486, que operaban sin disco duro ni memoria RAM. Para hacerla funcionar, era necesario andar con un juego de por lo menos diez disquetes, para ingresar, primero, al sistema operativo DOS, y poder hacer más de algo.
En esos tiempo, todo programa cabía en un disquete de 1.44 megabytes, lo que hoy día es casi nada. Hay documentos en Word, o fotografías en jpg que son más grandes que eso. Y antes de esos disquetes, estaban aquellos de 5 ¼, aún peores por su tamaño.
Los disquetes, así como los discos de vinilo, era muy frágiles, y se arruinaban con facilidad. Era necesario llevarlos en cajas especiales, y cuidarlos como si se llevaran figuras de cristal.
Por entonces, los programas Word Perfect y Professional Write, daban una opción para la escritura rápida, dando avisos de la muerte de la máquina de escribir.
Pronto, las computadoras personales incluyeron discos duro, cada vez más y más grandes, memorias RAM y dispositivos de almacenamiento, tan grandes, que en una pequeña USB ya es capaz de tener la misma cantidad de información que cabría en 200 disquetes.
¡Qué tiempos aquellos! «Príncipe de Persia», uno de los juegos más asombrosos para computadora, cabía en un disquete. Hoy, el disquete, ese juego y las máquinas de escribir, son cadáveres de la era digital.
VIDEOJUEGOS
Las computadoras también permitieron la entretención, como los ya mencionados juegos. A principios de los ochenta, hubo una especie de computadoras, bastante específicas, que ofrecían exclusivamente juegos, como pinpón electrónico, juegos de tanques y el popular Pac-Man, esa criaturita que se alimentaba de puntos titilantes, huyendo de los fantasmas del pasado, y que obtenía el éxito si acababa con todos los puntos (como buen mensaje del consumismo convulsivo).
Uno de las consolas más populares fue el aún recordado Atari, que consistía en un control de una palanca y un botón. Poco a poco, estos juegos de video se han ido haciendo más y más complejos, ofreciendo opciones como el Nintendo y el PlayStation, que llegan ya a niveles de poder captar el movimiento del cuerpo para poder jugar.
FOTOS BLANCO Y NEGRO
En las últimas semanas, grupos organizados de fotógrafos han realizado protestas en las calles y avenidas de la ciudad de Guatemala, porque con el nuevo documento de identificación -que sustituye a la cédula de vecindad-, se ha puesto fin (qepd) a los comercios de fotografías tamaño cédula.
Ya habían dado avisos cuando se eliminó el antiguo formato de la licencia de conducir, y con el nuevo pasaporte, los cuales captan la fotografía digital. Sólo la cédula de vecindad les permitía su última trinchera.
Como víctimas de la era digital, los fotógrafos agremiados no se resignan a tener que buscar formas innovadoras de atraer a la gente para tomarse fotografías de estudio. Aunque para ello, también deban luchar con la explosión de las cámaras digitales, que cada vez son más sofisticadas, pero a la vez amigables con el usuario.
La fotografía, anteriormente, era sólo cuestión de expertos. Practicar como aficionado la fotografía representaba dilapidar mucho dinero en rollos arruinados y fotografías limitadas a tomar 12, 24 o 36, únicamente. Hoy día, los flashazos surgen por centenas, ya que no hay problemas en tomar malas fotografías, simplemente se eliminan a la hora de revisarlas.
De esa forma, los revelados de fotografía también han reducido sus ventas, ya que antes se estaba obligado a revelar todo un rollo, aunque sólo una foto sirviera. Ahora, las fotos que se revelan son contadas y especiales.
Desde aquellos lejanos inicios de la década de los ochenta, en tiempos en que se había convocado a una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una nueva Carta Magna en un Congreso que carecías de tablero electrónico, hasta hoy día, en que todo parece haber cambiado, menos los conflictos políticos, la sociedad guatemalteca observa las formas culturales de manera diferente: el cine, la televisión, la música, la fotografía, etc.
Nuestras sociedades, cada vez más enclaustradas en su propio hogar debido a la excesiva violencia, deben equipar sus hogares de mejor manera para no morir de aburrimiento. Una sociedad que no sabe explicar a dónde va ni de dónde viene, pero que tal vez sí sabe identificar los cambios sufridos a través de la tecnología, sobre todo con los maravillosos avances de la era digital.
Descanse en paz la tecnología análoga.
http://diarioparanoico.blogspot.com