Si no fuera por la seriedad del tema, obligaría a soltar una carcajada la forma en que están informando de los «avances» en el proceso de negociación en Honduras entre los delegados del presidente Manuel Zelaya y los del gobernante de facto, Roberto Micheletti. Y es que dicen los voceros, al terminar cada ronda de negociaciones, que hay logros y han ido aumentando la cifra de acuerdos en términos de porcentaje. Así hace una semana había acuerdo en el cincuenta por ciento de los temas, al principio de esta semana lo hubo en ochenta por ciento y ayer, según informaron, lograron ponerse de acuerdo en el noventa por ciento.
Pero el gran desacuerdo sigue siendo la reinstalación de Zelaya en el poder que, curiosamente, es el meollo del asunto. En otras palabras, vale un comino si alcanzan acuerdo en el 99 por ciento de los temas, pero si en el del retorno del presidente al poder no lo logran, todo lo demás sale sobrando.
Se trata de cuestiones que no se pueden valorar en términos porcentuales porque si bien el acuerdo que discuten se basa en, por decir una cifra, diez puntos, el acuerdo sobre nueve de ellos es abrumador, pero absolutamente inútil y estéril si el retorno del mandatario al ejercicio de sus funciones sigue siendo el gran tema de discusión y desacuerdo entre las partes. No sabemos si es una valoración que ha hecho la Prensa o si son las partes las que hablan en términos porcentuales o si alguno de los mediadores extranjeros sacó a colación esa fórmula, pero en honor a la verdad es una soberana babosada que sigan hablando de los avances sobre una consideración relativa como la apuntada.
Los flecos del acuerdo son las decisiones respecto a la amnistía para los golpistas, el futuro de Micheletti, la decisión de no convocar a Asamblea Constituyente que discuta la reelección y ese tipo de cuestiones. Pero la carne está realmente en la decisión de si se retorna al orden constitucional para que termine su período el presidente electo por los hondureños o si se le mantiene en una embajada, refundido sin poder y sin facultades para el ejercicio de su cargo.
El tiempo transcurre inexorablemente y hoy se vence el plazo fatal que dio Zelaya para que se le devolviera la investidura de la que fue arrebatado en aquella aciaga madrugada. Como quien no dice nada, tres meses han pasado desde el golpe y ese tiempo perdido no se repone de ninguna manera, pero sin duda que Micheletti ya ha ganado bastante con su actitud durante este período, breve para él y larguísimo para Zelaya.