Cuba festejó el 90o cumpleaños de su legendaria bailarina Alicia Alonso con una gala de música y ballet dedicada a la prima ballerina assoluta de la isla.
El público en el dorado Gran Teatro en la Vieja Habana se puso de pie para ovacionar a la vivaz diva cuando ésta %u2014 considerada una leyenda viviente del ballet internacional y un tesoro nacional en su nativa Cuba %u2014 entró con aire majestuoso y tomó el sitio de honor previo al inicio del espectáculo del lunes por la noche, en la víspera de su cumpleaños.
Ataviada en una amplia capa beige y con uno de sus característicos turbantes %u2014uno blanco salpicado con lentejuelas_, la gran dama le sonrió a sus admiradores y los saludó con la mano.
Pese a una enfermedad ocular que la ha dejado casi ciega, Alonso continúa al mando del Ballet Nacional de Cuba, derivado de la Compañía de Ballet Alicia Alonso que fundó en 1948.
Dos de sus protegidos, bailarines estelares del Ballet Nacional, inauguraron la gala con «ParAlicia», una coreografía dedicada a Alonso.
Además de la emotiva interpretación de los bailarines Viengsay Valdés y Yadil Suárez, el espectáculo también contó con las actuaciones de la soprano cubana Johana Simón, los cantantes Polito Ibáñez e Ivette Cepeda y una sesión de jazz isleño de Ernán López-Nussa y Habana Report.
Nacida en La Habana el 21 de diciembre de 1920, Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez Hoya comenzó a estudiar ballet a los nueve años. A los 15 se casó con otro estudiante de ballet, Fernando Alonso, y ambos se mudaron a Nueva York, donde ella bailó para el Ballet Caravan, hoy el Ballet de la Ciudad de Nueva York. En 1940, se unió al Ballet Theater de Nueva York, que pasó a ser el American Ballet Theater.
Pronto la ascendieron a bailarina principal y obtuvo grandes elogios en los papeles de Giselle y Carmen así como en sus legendarias interpretaciones de «El Lago de los Cisnes».
La vista le falló temprano en su carrera, y bailó muchos de sus papeles famosos estando parcialmente ciega, guiada en el escenario por la ubicación de su pareja y de las luces.
Las últimas siete décadas, su talento casi sobrenatural y su temperamento fogoso y apasionado se han convertido en materia de leyenda.
El programa de la gala del lunes incluyó citas de luminarias mundiales de la danza sobre Alonso: «Desde que la vi en escena por primera vez sólo he soñado con bailar con ella», dijo el legendario bailarín ruso Rudolf Nureyev, mientras que al fallecido coreógrafo francés Maurice Bejart se le atribuyó: «La bailarina es extraordinaria, el personaje no lo es menos».
Pero quizás el elogio más espléndido de la velada vino de dos devotas admiradoras que se acercaron para ver a su ídola.
«Alicia es un tesoro, es una persona única y maravillosa y todos los cubanos estamos muy orgullosos de que sea cubana», dijo Felicidad Carbo, una trabajadora aeroportuaria de 50 años cuya camiseta estampada y pantaloncillos cortos contrastaron con las refinadas ropas que llevaban muchos entre el público. «Es una inspiración. Fue por ella que me hija se metió al baile».
Cuando Alonso emergió en el tope de las escaleras de mármol para retirarse del teatro, una pequeña bailarina de 11 años, Antoinette Avilez Carbo, chilló de la emoción.
«Mira mamá, ¡es ella!», dijo la niña con los ojos brillantes. «Â¡Está hermosa!»