Una mañana de los años que trabajé en la Secretaría General de la Presidencia de la República, llegó a mi despacho el Director de la Tipografía Nacional, a tramitar un acuerdo con respecto al Diario Oficial. Dentro de la plática me preguntó si conocía la recopilación empastada de los ejemplares de la revista «La Gaceta», que publicaba la Policía Nacional durante el gobierno de Jorge Ubico. Ante mi respuesta negativa, me ofreció obsequiarme seis volúmenes que comprenden de 1932 a 1942, más o menos, ofrecimiento que cumplió al pie de la palabra. De cuando en vez, como decía un mi director en la Escuela Normal, desempolvo uno que otro volumen, para saber muchas cosas de la era ubiquista, sobre todo porque es notoria la adulación al otro «Señor Presidente» de la historia política de Guatemala, en casi todos los números, ya sea para celebrar su cumpleaños, hacer el panegírico de una carretera o un puente que se inaugurara, construido a puro pulmón y a costa del boleto de vialidad. Muchas cosas históricas están allí, en La Gaceta.
Pues bien, este fin de semana estuve espulgando los números de 1940 y dentro de las noticias escolares me encontré con dos interesantes referidas a actos escolares en el Instituto Nacional Central para Varones, que en este tiempo estaba militarizado, como también lo estaba la Escuela Normal Central para Varones. Así que bachilleres y maestros sufrían esa disciplina para la que no se había nacido, o a lo mejor les gustaba. Así resulta que en La Gaceta No. 21, de junio de 1940, se da la noticia de que, en acto público realizado en el amplio patio del Instituto, se premió al alumno Francisco Sosa Galicia, a quien se le otorgó medalla de oro por haber sido el mejor alumno durante su vida estudiantil, habiendo logrado 73 sobresalientes correspondientes a las distintas materias y un primer lugar en el aprendizaje del idioma francés. Agrega la noticia que el presidente Ubico, por tan altos méritos, lo becó para que pudiera ingresar a la Facultad de Medicina. En la foto de entrega de la medalla está el más tarde médico y cirujano, Francisco Sosa Galicia, con sus muletas que le acompañaron toda la vida. Muchos años después conocí al doctor Sosa Galicia, como profesor de histología y embriología, cuando incursioné en los estudios de medicina, en 1967; y posteriormente fue mi compañero docente en la Facultad de Derecho, en donde tuvo a su cargo el curso de medicina forense. En La Gaceta No. 30, también de 1940, aparece otra noticia escolar, siempre referida a celebraciones en el Instituto, y esta vez se da la noticia que se premió a tres estudiantes distinguidos: Carlos Pérez Avendaño, se hizo acreedor al primer puesto y se le impuso la medalla Santos Toruño. Además, se le entregó una bicicleta donada por el presidente Ubico. A Marco Antonio Peñalonzo, se le adjudicó el segundo puesto y se le impuso la medalla Manuel Ortega. Y, a Marco Antonio Villamar Contreras, se le dio el tercer puesto y la medalla Enrique López. En las fotos que se publican, aparecen los premiados luciendo un uniforme blanco y me imagino que tuvieron como director a un coronel de apellido Mérida, que aparece entregándole el premio a Sosa Galicia. Por la antigí¼edad de las fotos en papel periódico, el que más se distingue es Sosa Galicia, aunque todos creo que no pasaban de los 16 años.
Conforme uno se va adentrando en la lectura de esta revista de «noticias y variedades» va encontrando muchos datos curiosos de la vida de Guatemala en sus variados aspectos. De lo que si no se dice nada es si el más tarde eminente matasanos, doctor Carlos Pérez Avendaño, quien tiene entronque con los xincas de Guazacapán, era ya en ese tiempo oyente asiduo de la Radio Escandinavia, que nadie sabe desde dónde transmite, en qué idioma, a qué hora de la madrugada, lugar del cuadrante, etc., pues eso es privilegio del apreciado compañero de estas columnas en La Hora. De lo que si estoy cierto, si es que en verdad le donaron la mentada bicicleta, es que seguramente fue de esas que llamaban de turismo y que aguantaban hasta con tres personas encima y que con ella, digo, se iba no sólo a recibir sus clases de futuro médico y de paso podía sacar a pasear a doña Lila, su mujer, aunque fuera acomodada en la parrilla, mejor si sobre uno de los volúmenes de la anatomía de Testu. Cuando quiera el doctor, le facilitó la revista para que vea cómo era cuando fue buen estudiante sheca.