Notas sobre las composiciones musicales de Felix Mendelssohn


celso

Continuamos este sábado, comentando la música del eximio y extraordinario compositor romántico Félix Mendelssohn: Deseamos, pues, pergeñar a vuela pluma algunas líneas al respecto y como homenaje a Casiopea, esposa de lucero, que en su alma de puntillas todo el vibrar sonoro de los mares ancestrales y en sus calles de lirio se desliza mis alas grises.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela


La Música incidental para el Sueño de una Noche de Verano
   
       Félix Mendelssohn-Bartholdy tenía 17 años de edad cuando escribió su Obertura para el Sueño de una noche de verano, de Shakespeare.  Pertenece a las mejores obras de toda la literatura musical; es asombroso que Mendelssohn pudiera componer con el mismo donaire las partes restantes de la comedia diecisiete años más tarde. Escribir música para el “Sueño de una noche de verano” de Shakespeare, es realmente difícil, pues la obra se desarrolla en distintos planos.  He aquí a Teseo, duque de Atenas y a su prometida Hipólita, reina de las Amazonas.  A este grupo de personajes pertenecen Egeo y su hija Hermia (su padre quiere que se case con Demetrio, pero ella se ha decidido por Lisandro) y Helena, que al principio muestra vanamente su amor por Demetrio.
 
       Un segundo grupo está formado por los artesanos Cartabón, Berbiquí y Lanzadera.  Por otra parte, Flauta, Hocico y Hambrón, que quieren representar en las bodas del duque la “muy desgarradora” comedia de “Piramo y Tisbe”, y que con este objeto ensayan en el bosque.  Pero lo más importante es el mundo de las hadas: la pareja de príncipes Oberón y Titania, su bufón Puck, así como la restante comitiva.  Es maravilloso cómo está entretejida la acción.  Sin Puck, esto no habría sido posible.  Oberón le ordena que deje caer sobre los ojos de Titania una savia maravillosa, la cual hará que se enamore del primero que vea cuando se despierte; este destino cae sobre Lanzadera, al que Puck le había dotado ya de una cabeza de burro.  Pero también por lo que respecta a Hermia, Lisandro, Helena y Demetrio, los cuales forman al final de la pieza junto con Teseo e Hipólito tres felices parejas, la savia maravillosa ocasiona toda clase de enredos.  ¡Qué diversidad de ambientes! Mendelssohn ha acertado plenamente, puesto que predomina el ambiente de lo prodigioso.  Esto se hace patente ya en la obertura.  Tras unos acordes de la madera oímos batir las alas de las hadas.  De pronto el ambiente estival se traslada ahora a un tranquilo estanque, sobre el que flotan las libélulas.  Se hace entonces la música más lírica y ésta canta el realismo del amor joven. 
 
     En contraste, pero sin romper el marco poético, tiene lugar la Danza de los bufones, reproducida por precisos saltos de novena. El Scherzo que sirve de entreacto entra el primer y segundo actos es afín a la Obertura; esta vez es la madera la que presenta el tema de las libélulas.  El intermedio entre el segundo y tercer actos describe a Hermia buscando a Lisandro, y se basa, por tanto, en el acto precedente. 

    A continuación sigue la entrada de los artesanos, que ensayan en el bosque, y el curioso galanteo entre Titania y Lanzadera con su cabeza de burro.  Alrededor del mismo matorral vagan las otras parejas, víctimas igualmente de la savia maravillosa, que Puck dejó caer en sus ojos mientras dormían. Es sorprendente cómo Mendelssohn hace cantar a la trompa en este Nocturno. Como final, la Danza de los bufones, que en la Obertura tiene tan sólo un corto episodio y que aquí aparece ampliada como pieza autónoma.