Nostalgia de papel: El devenir de la vida y la familia


juan-jose-narciso-chua

Muchas veces la vida nos enfrenta, nos adversa, nos interpela, nos cuestiona y muchas veces nos acusa. Creo que este es un momento de esos, de esos tan dolorosos y tan permanentes que resulta difícil salir. Mi padre hubiera cumplido 81 años el día de ayer, hecho que tal vez abonó a este estado de ánimo y que, en buena medida, motiva este artículo bastante personal.

Juan Narciso Chúa


Después de varios años de su partida, ayer externaba a mis hijos -Sofía, Lucía y Juan José-, cuánto lo extrañaba, ante lo cual las respuestas, incluida la de mi sobrina Gloria, hacían alusión a recuerdos entrañables y anécdotas que se quedaron para siempre entre mi papá y todos nosotros. Cuando ocurre un cumpleaños, el recuerdo inmediato es de mi papá, era el primero en llamar al cumpleañero, muy temprano en la mañana.

La semana anterior, también nos llegó la triste noticia de la muerte de mi madrina Pía, una diminuta, simpática y longeva anciana que nos acompañó en toda la vida, ella se convirtió en la abuelita de mis hermanos y yo, pues no conocimos a ninguna de las abuelas, ella suplió ese espacio y a cabalidad esa figura. Cumplió 100 años en febrero y aunque nos planteamos con mis hermanos visitarla en Los Ángeles para su cumpleaños, el Día de Candelaria, no pudimos hacerlo y ahora mi hermano tuvo que acompañarla en su funeral.

La visita de mi hermano a esta ciudad, le permitió visitar a las tías -Berta y Nora, las hermanas de mi mamá-, al tío Salva -el papá de mis queridos primos Alfredo, Carlos y Maritza- y a mi primo Rolando. Todos ellos constituyen bastiones imprescindibles de nuestro devenir y crecer, allá por la casa de la décima avenida de la zona 2, en donde crecimos y confluimos con todos los primos Chúa; los Mancía-Chúa; los Chúa-Lemus; las Estrada-Chúa, el primo Rolando Velásquez-Chúa y nosotros, los Narciso-Chúa y, desafortunadamente alejados los Chúa-Muralles.

En ese espacio de vida y en ese rincón del Barrio Moderno, disfrutamos de inolvidables jornadas, anécdotas y charadas con todos los primos y primas. De estos momentos, resultan inolvidables las chamuscas en el corredor de esa casa entre mis primos Alfredo y Carlos y mi hermano Luis y yo; los juegos en el patio trasero que llamábamos “el sitio” y donde convivimos con pollos, gallos peleoneros, gatos, pericas, loros y perros.

Las tías fueron bastiones de esos años infantiles mi tía Luz y Salva; mi tía Berta “La Batita” y Salva Herrera; mi tía Nora y Rolando; mi tía Marta y Chepe, mi mamá, la tía Carmen; el tío Adolfo e Irma y el tío Roberto e Higinia; hoy de todos ellos, únicamente viven tres, las dos tías de Los Ángeles y mi madre. La visita de mi hermano, le permitió visitarlas y convivir con ellas, hoy todos en esa casa son octogenarios y su salud ha venido demeritándose como es normal y la preocupación se hace mayor, al ilustrar mi hermano, la situación de cada uno de ellos.

Los recuerdos se agolpan y la nostalgia emerge al hacer recuento de la cantidad de años transcurridos, de los lindos años convividos con toda esta modesta, pero entrañable tropa familiar, pasando por las limitaciones económicas que todos tuvimos, pero no sufrimos, sino al contrario, disfrutamos plenamente de ese ambiente de convivencia familiar que las tías nos heredaron y hoy cada vez que nos reunimos, hacemos los repetitivos recuerdos, pero excelentes momentos vividos en aquella antañona casa. Sin olvidar a la Fili, que veía con nosotros la Lucha Libre los sábados, la llegada de la radiola a la casa, los inolvidables bailes, cantando a los Brincos,  los juegos de cincos, capirucho,  y trompo en “el sitio”, así como  las visitas a la feria del Cerrito.

Hoy mi mamá se encuentra seriamente afectada por la demencia senil, lo cual hace de su memoria de largo plazo un prodigio, que disfrutamos con preguntas sobre su vida infantil y juvenil, que recuerda con un detalle impresionante.

La vida ha pasado y la familia se ha incrementado, todos los primos con hijos e hijas, se conocen y los viejos esperamos que sigan una relación cercana entre ellos, haciéndoles recuerdos de esa vida humilde, pero alegre del pasado y del peso de nuestras tías y tíos, aquellos que nos dejaron y  hoy constituyen nuestros espíritus protectores como plantea Isabel Allende y los que hoy todavía nos acompañan.

Un nostálgico homenaje para este pasaje de vida inolvidable y a esta familia que nos iluminó en el tránsito de nuestra existencia y que contribuyó con lo que ahora somos.  Me gustaría verlos a todos, como un espejismo familiar: tías, tíos, primos y primas, en ese paraje tan particular y agradable allá en el patio de la Mary y recordar aquellos días, aquellos momentos y aquella vida muy nuestra. Un abrazo nostálgico y una lágrima indiscreta compartida con todos los queridos primos Chúa.