Nosotros ponemos los muertos


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Después de largos 36 años de lucha armada interna, en la que algunos combatieron por ideologí­a, otros por consigna, y otros más recibiendo órdenes sin saber por qué peleaban, esta “llega a su fin” y se firma la paz “firme y duradera”, se inicia un nuevo ciclo, no el que hubiéramos deseado, sino que el que históricamente nos tocó vivir.

Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

 


La sociedad es cambiante, y sus cambios son muy rápidos, muchas veces más que el ojo humano, y se mantiene en constante cambio; los problemas sociales son parte de ese cambio, la población global desde antes de la firma de la paz empezó a sufrir un nuevo flagelo, del que no nos dimos cuenta cómo se incrustó en nuestro paí­s: El crimen organizado, y después de salir de un conflicto entramos inmediatamente al otro, sin respiro alguno, lo sintomático es que las disputas no son originadas por problemas propios del paí­s, su génesis está en los problemas de los paí­ses desarrollados. Cuando vivimos el conflicto armado interno, quienes en realidad peleaban una guerra sin cuartel eran dos paí­ses que no debieron tener incidencia en nuestra sociedad, pero el modelo económico, la extrema pobreza, y las ideologí­as fueron la composición perfecta para que Guatemala viviera una gran parte de su historia en una lucha encarnizada y sin cuartel, ¿Que nos dejó? Pobreza, más desigualdad, y un panorama desolador.

Pero mientras acá se mataban por una guerra producto de otra, otro problema iba incubándose en la sociedad del Primer Mundo: El crimen organizado, que encontró en gran parte del área centroamericana, especialmente Guatemala, su mejor caldo de cultivo, se asume que existe mundialmente una lucha contra el nuevo flagelo, el gran problema es que Guatemala, por diversas circunstancias como su condición geográfica, clima, circunstancias sociológicas, estructura legal, entre otras causas, fue presa fácil de la nueva gran guerra, librada por otros paí­ses, pero en la que nosotros ponemos los muertos, ya que de acuerdo a las noticias, en ningún paí­s desarrollado parecen existir capos del narcotráfico, solamente de México para abajo en el mapa. Si usted analiza, no detienen a capos del narcotráfico en Europa ni Estados Unidos, ¿Es que en estos paí­ses no consumen droga? Claro que sí­, si no existe demanda no existe oferta, si en los paí­ses desarrollados o del primer mundo, no consumieran estupefacientes, en los paí­ses como el nuestro no hubiera encontrado el tráfico de los mismos, todo un mundo de personajes dedicados a este ilí­cito.

Pero ¿Y después de pasar por México, o los océanos, quienes se hacen  cargo de las drogas? Es una pregunta a la que los medios de comunicación no dan respuesta, ya que parece que al llegar a su lugar de destino, ésta se esfumara, o por arte de magia se comercializara sola. Mientras en Centro y Sudamérica, hay diariamente muertos de las formas más descabelladas, producto de esta lucha sin cuartel, en que vivimos, de esta no declarada guerra en la que nos envolvemos diariamente, en los paí­ses consumidores, pareciera que nada pasa, de allí­ no se tienen noticias sobre narcomatanzas,  ni capos del crimen organizado, pareciera que al llegar la droga a su destino la misma se evaporara, o se convirtiera en un producto de consumo general, pero no es así­, ese producto por el que mueren en forma irracional muchas personas, en nuestros paí­ses kafkianos, en los que pasa cualquier ola de terror, y el dolor y la muerte han encontrado un nido para incubarse, como en la Guerra Frí­a aquí­ se libran las más terribles batallas, aquí­ nuestro débil aparato de justicia, se encuentra permeado por este flagelo del siglo XXI, y a nadie parece importarle, todos piden resultados, todos nos exigen el combate frontal al crimen organizado, pero ¿Quién lo financia? Los mismos que nos exigen el combate al mismo.

El próximo gobierno, si no se encuentra permeado o comprometido con este azote moderno a la sociedad, deberí­a pedir que la ayuda para combatir este problema se concrete en ayuda técnica y de inteligencia, así­ como convenios internacionales para que el combate no solamente sea en Latinoamérica, como productor y consumidor, sino que sea también donde más se consume. De nada sirve que se ataque la mala hierba por las hojas, si las raí­ces se encuentran intactas, la lucha contra el crimen organizado cada dí­a cobrará más vidas tanto de inocentes como de culpables, pero no saldremos del cí­rculo vicioso en el que nos encontramos, porque el problema no es atacado de raí­z.

No se puede ganar una guerra, si no se atacan las bases que dan origen a la misma, y en ese punto nos encontramos, existe una enfermedad, y esta produce daños colaterales imparables, si seguimos atacando los daños, la enfermedad crecerá cada dí­a más, porque el problema no se trata en su integralidad, de nada sirve matar una hormiga, si el hormiguero se mantiene vivo, esta guerra sin cuartel no terminará hasta que todos los involucrados no hagan un frente común y sin distinciones.

De su propio peso cae, que una de las reglas del mercado, es que sin demanda no hay oferta, si compran mucha papa, mucha papa se sembrará, si compran mucha droga, mucha droga se sembrará, y se trasegará, la solución a este mal no está solamente en nuestras manos, nosotros solamente somos un pequeño aro en la cadena que ata a la sociedad en general, pero lamentablemente lo reitero,  nosotros ponemos los muertos nuevamente, ¿Cuánto tiempo lo soportaremos?