¿Por qué se olvidaron de los de a pie? Entre 1945 a 1956, de mi casa, en la zona 2, caminaba todos los días hasta el Colegio La Preparatoria, situado entonces en la 12 Calle y 7a. Avenida de la Zona 1. Cuatro viajes diarios realizaba, dos por la mañana y dos por la tarde y no me cansaba, me parecía de lo más natural del mundo recorrer 6 kilómetros diarios, si es que las cuadras miden 100 metros cada una. Pero si esa misma distancia quisiéramos recorrer ahora, estaríamos forzados a caminar mucho más. ¿Por qué? Es que antes podíamos caminar sobre las aceras. Ahora no.
Antes también había postes de la Empresa Eléctrica sobre las aceras, pero no había tantos obstáculos como ahora, de las empresas de teléfonos, de TV. por cable, Su Muni, carteles que tantos comercios los ponen de zancadilla, ventas callejeras, desde jugos de frutas, comida y tantos más alimentos antihigiénicos servidos en las barbas de los empleados de la Sanidad Pública. Si mucho, había un chiclero en cada esquina y un pequeño desnivel frente a las casas en las que su propietario, habiendo podido adquirir su vehículo, le había construido su garaje.
Nos quedamos sin aceras. Lo que antes fue un sitio seguro para caminar, ahora, por la falta de previsión municipal está lleno de hoyos, por ausencia de tapaderas; trampas de todo tipo por tubos mal cortados y protuberantes hasta vehículos estacionados porque a sus conductores el espacio de circulación no les satisface y, como en Guatemala los funcionarios no saben de la utilidad de las estadísticas, ignoramos cuántos accidentes han ocurrido por las condiciones deplorables de nuestras aceras o la ausencia total de las mismas.
Las banquetas o pasos peatonales fueron desapareciendo poco a poco. Ahora sólo se ven en buenas y seguras condiciones en aquellas áreas residenciales en que se cerró el paso al público. Se volvieron exclusivas como películas «Adultos 3», no son aptas para todo público y, si a usted le tiemblan las canillas por haber rebasado el lindero de la tercera edad, más cuidado debe tener, especialmente ante el deseo de atravesarse de una acera a otra, porque para construir «pasos peatonales» o «pasos de cebra» no alcanza el pisto.
El país se ha ido deslizando por la pendiente del desprecio a los seres humanos que habitamos en él. A propósito, ¿sabe el lector por qué los pasos peatonales que se construyeron en la Zona Viva fueron tan costosos? Tanto así, que en franca oposición al derecho ciudadano del libre acceso a la información, nadie en esa dependencia descentralizada del Estado le responde semejante pregunta y en contraposición, sí hubo dinero para comprar seis pinturas por 208 mil quetzales, cuando es prioritario el mantenimiento de aceras o banquetas útiles para que la gran mayoría de habitantes podamos trasladarnos con menores riesgos de un lugar a otro. «Cosas veredes, Sancho amigo».