La situación del “moderno” aeropuerto La Aurora no deja de tener una serie de similitudes con lo que los chapines somos como sociedad por la tolerancia permanente a que todo puede suceder sin que casi nadie levante la voz al respecto, es casi nulo el interés en los responsables de tener dichas instalaciones en esas condiciones y, lo peor, no le da pena a los responsables que esa sea la puerta de entrada con la que hacen el primer contacto con nuestro país.
Hace unos días en una columna de opinión de La Hora, se mencionaba el verdadero y patético sufrimiento de cada uno de los pasajeros que tienen que soportar el infierno (por temperatura) que es estar en una de las salas de espera de vuelos. Si a eso se le suma que los baños no cuentan con lo mínimo para cumplir con su función y que ni las bandas para transportar las maletas están en funcionamiento, solo nos queda la pregunta obligada de ¿cómo pretendemos que nuestros visitantes nos vean con otros ojos?
Y es que no solamente viene el “turista” que quiere conocer nuestros preciosos lugares, cultura y ese bello país que poseemos. También vienen hombres de negocios y personajes de instituciones u organizaciones interesados en establecer vínculos con sus contrapartes guatemaltecas. El guatemalteco se queja, generalmente, que la inversión extranjera se vaya a otros países y que la mayoría de las empresas que con seriedad quieren invertir en el país no nos escogen. Pero ¿cómo nos van a escoger? Si las reglas no son claras porque siempre se aplican dependiendo del “negocio” que se haga con la autoridad de turno y, encima de todo, se les recibe en estas condiciones del aeropuerto más importante del país.
No hace ni 10 años que fue el amplio debate sobre la remodelación del aeropuerto y, principalmente, sobre las formas que se siguieron para llevarlo a cabo. Tras muchas preguntas sin respuesta sobre las decisiones que se tomaron con el manejo de la multimillonaria obra, hoy estamos ante una obra de infraestructura que no solo es disfuncional sino que debería ser una vergüenza por la forma en que trata tanto a los chapines como a foráneos que tienen que utilizarla.
El guatemalteco es parte de una sociedad callada que está regida por una mayoría de autoridades incompetentes que utilizan los recursos de manera discrecional sin preocuparse por el funcionamiento a largo plazo de la obra pública. Es la guatemalteca una sociedad que debiera tener mucho más reconocimiento de sus atributos pero la indiferencia nos mantiene atados a la resignación mientras desde afuera nos ven con ojos de incredulidad por no comprender cómo podemos seguir viviendo como lo hacemos. Es, muy parecido, a lo que refleja ese cascarón de terminal aérea.
MINUTERO:
Otro chorro de plata
necesita el aeropuerto;
ya está todo hecho lata
en el elefante muerto