Mencionaba en el artículo anterior, que dentro del análisis de ingresar o no a Petrocaribe, existen dos aspectos que no se pueden soslayar. Primero es la precariedad social y económica de nuestro país a causa de la alta carestía del petróleo, y segundo, es el aspecto político y por cierto también social y económico fundamentado en nuestra relación y dependencia con los Estados Unidos. En el primero me estoy refiriendo básicamente que cualquier adhesión a Petrocaribe o a cualquier otro programa, debe estar fundamentado en el único principio que es el de conseguir combustibles más baratos. De lo contrario Petrocaribe solamente representaría el incremento de nuestra deuda externa. En mi opinión, la única razón que justificaría ese endeudamiento del 40% de la factura petrolera interanual, es que utilizáramos esos recursos para la construcción de hidroeléctricas o toda aquella infraestructura (etanol o cualquiera de los otros biocombustibles) necesaria para lograr finalmente nuestra soberanía energética nacional. Nada más.
Ahora bien, sobre nuestra integración al programa sudamericano hay otros aspectos que se deben considerar, y uno de ellos es la necesidad de asegurarnos que las condiciones establecidas con Petrocaribe sean sostenibles. Que quiero decir con esto, a que desde un inicio le pongamos las cartas sobre la mesa a Venezuela en el sentido de hacerle ver que no estaremos permitiendo ninguna injerencia en nuestro país. No hay que olvidar que desde el momento en que nos divorciemos de las grandes transnacionales como la Exxon o Shell, no podemos quedar expuestos a segundas intenciones o a los cambios bruscos de carácter del Presidente venezolano por no haber apoyado alguna de sus iniciativas en cualquier organismo internacional. Pues la idea, aparte del precio más bajo por supuesto, también debe ser el hecho de garantizar el suministro de las gasolinas, diésel y búnker para la fluidez de nuestra economía nacional. Aquí es donde resulta oportuno mencionar el caso de Honduras, cuando antes de firmar el convenio el organismo legislativo de ese país no permitió una cláusula del contrato que mencionaba que este acuerdo solamente Venezuela lo podía revocar. ¡¡Puuchis!! Por eso es que éste tendría que ser un contrato donde Venezuela garantice el suministro y que de incumplir el arribo de los embarques a puertos guatemaltecos, esté sometida (como en cualquier acuerdo comercial) a penalidades y compensaciones por los daños que nos pudiera ocasionar. ¿O que, si no exigimos esto nos la vamos a jugar con un desabastecimiento generalizado y apagones eléctricos a nivel nacional? El segundo aspecto a considerar, el cual resulta tan importante como el anterior, es nuestra relación y dependencia con los Estados Unidos. Por supuesto, es una relación que no debe impedir defender nuestros intereses económicos y sociales. No podemos olvidar que la misma Unión Americana es la que ha tenido la política exterior más pragmática del planeta, y un ejemplo de esto fue cuando los norteamericanos le vendieron a la Unión Soviética (hoy Rusia) grandes cantidades de trigo en plena guerra fría. Sin embargo, esto no quiere decir que la integración que pudiéramos hacer con Petrocaribe la hagamos a «rajatablas», desairando una relación tan vital para el país como la que nos significa los Estados Unidos de América. Continuará