El alza incontenible en los precios del petróleo empieza a obligar a varios de los gobernantes del hemisferio a inyectarle una dosis de mayor pragmatismo a su política exterior. La preocupación por el derrumbe de las economías por los efectos devastadores de los altos precios de los combustibles, o en el peor de los casos, de experimentar los tan temidos estallidos sociales, ha hecho que los mandatarios del continente busquen en forma desesperada una solución. Y en nuestra región el espejismo de esta se vislumbra en el proyecto venezolano de Petrocaribe.
Petrocaribe es un proyecto instituido en el año 2005 por el Presidente de Venezuela Hugo Chávez, y nace, por labios de su creador, como un mecanismo para resolver las asimetrías en el acceso a los recursos petroleros por los países menos afortunados del continente. Este es un acuerdo en el cual el Estado guatemalteco cancelaría de inmediato a PDVSA (Petroleos de Venezuela S.A.) el 60 % del combustible comprado, y el 40% restante gozaría de un financiamiento de hasta por 23 años plazo con una módica taza de interés del 2% anual.
Sin embargo el mandatario sudamericano es uno de los principales protagonistas de esa pequeña guerra fría desatada entre Venezuela y los Estados Unidos de América. Y demás esta mencionar la influencia y dependencia que el «gigante del norte» ejerce sobre países como el nuestro. Aunque este sería solamente uno de los factores dignos de tomar en cuenta ya que hay otros aspectos importantes que deben considerarse antes de tomar una decisión tan trascendental, como lo es, ingresar o dejar de hacerlo, al proyecto Petrocaribe del gobierno venezolano.
Por la sofocante situación económica en que los precios del crudo han colocado a naciones como Guatemala, muchos aquí aplauden cualquier proyecto comercial que abarate los costos energéticos del país. Por eso es que dos son los aspectos medulares que deben guiar este análisis, primero, debe establecerse que cualquier adhesión nuestra al programa venezolano de cooperación energética vaya encaminada con el único principio de que los precios de los combustibles resulten con absoluta certeza más económicos que en cualquier otro mercado, y segundo, no podemos darnos el lujo de adherirnos a este programa a rajatablas sin importarnos la relación que nos representa la Unión Americana.
En lo que concierne al primer punto, las dudas se reflejan en las dos naciones centroamericanas que ya se han adherido a este programa de cooperación energética, Sieca ( Secretaría de Integración Económica Centroamericana) por ejemplo, ha reportado que Nicaragua es el país que vende las gasolinas más caras de la región. Y dentro de este índice Honduras reporta precios similares a los nuestros en las gasolinas, pero con el diesel mas caro del area. Entonces, si el beneficio de este programa no está basado en precios mas bajos sino en el financiamiento y la taza de interés que este programa provee, habría que tomar en cuenta los costos reales y los beneficios concretos de esta adhesión. Pues una cosa es firmar un acuerdo para obtener petróleo mas barato y otra es que más adelante nos encontremos exactamente con el mismo problema y mucho mas endeudados de lo que hoy ya estamos. Continuará