Aunque un acuerdo nuclear con Estados Unidos puede haber alentado esperanzas de que las tensiones en la península coreana podrían aliviarse pronto, una serie de entrevistas con residentes de Pyongyang sugiere que tienen profundas suspicacias sobre las intenciones de Estados Unidos.
Por su parte, los militares de Corea del Norte repitieron sus amenazas de una «guerra sagrada implacable» contra Corea del Sur, poniendo de manifiesto la animosidad entre las dos Coreas pese al acercamiento diplomático del Norte con Estados Unidos.
El anuncio conjunto estadounidense-norcoreano de un acuerdo para congelar las actividades nucleares del Norte a cambio de ayuda alimenticia fue considerado en Washington un primer paso promisorio hacia la discusión del desarme nuclear. Pero en la capital de Corea del Norte, donde se les enseña a los ciudadanos desde la niñez a odiar a los estadounidenses, prevalece el escepticismo.
«Oí las noticias pero no me entusiasman», dijo a la AP Jong Yun Hui, una mujer de 43 años. Dijo que muchas conversaciones a lo largo de los años no han producido alimentos ni energía.
«No tengo fe en Estados Unidos», dijo. Los norcoreanos están sujetos a un bombardeo diario de propaganda y los entrevistados suelen reflejar lo que dice el gobierno.
Según el acuerdo anunciado el lunes, Corea del Norte accedió a suspender el enriquecimiento de uranio y cumplir una moratoria sobre pruebas nucleares y misiles de largo alcance, y permitir el retorno de los inspectores de las Naciones Unidas expulsados en el 2009. A cambio, Estados Unidos prometió 240.000 toneladas de ayuda alimenticia, como también facilitar los intercambios culturales, educacionales y deportivos.
La semana próxima, un alto negociador norcoreano en cuestiones nucleares viajará a Nueva York para asistir a una conferencia sobre seguridad organizada por la Universidad de Syracuse, en un viaje considerado un indicio de la mejora de relaciones bajo el nuevo gobierno de Kim Jong Un, si bien reina el escepticismo.
Estados Unidos y Corea del Norte estuvieron en bandos opuestos durante la guerra de Corea de tres años, que terminó con una tregua en 1953 para poner fin a un conflicto que dejó millones de muertos y millones de familias dividas. Nunca firmaron un tratado de paz, y la península coreana sigue dividida por la frontera más fortificada en el mundo.
Desde la niñez a los norcoreanos se les enseña a odiar a los «lobos estadounidenses». Se culpa a Estados Unidos por la división de la península y se le acusa de querer invadir el Norte en nombre del Sur.
Sin embargo, en los últimos años muchos de los carteles que instaban a los norcoreanos a atacar a los estadounidenses han sido reemplazados por otros que reflejan la nueva política de apuntalar la economía.