Miles de seguidores del ex obispo católico Fernando Lugo se volcaron a las calles céntricas de Asunción a celebrar bajo la luna llena su increíble triunfo en las elecciones presidenciales paraguayas de ayer, que marcaron el fin de 61 años del Partido Colorado en el poder.
Con pitos, matracas, bombas de estruendo, caravanas de automóviles y bocinazos, los opositores coparon hasta llenar la plaza de los Héroes, sede del Panteón Nacional, en el centro de la capital de Paraguay.
«Se va Nicanor, se va Nicanor», «El que no salta es Nicanor», coreaba la gente, que bailó y exteriorizó su alegría en una fiesta semejante a los apoteósicos festejos por el golpe que derrocó al dictador Alfredo Stroessner hace 19 años.
«No puedo creer todavía. Esto es una bendición. Por fin nuestro señor Jesucristo se fijó en el Paraguay», dijo -mientras se santiguaba- Mercedes Jara, una llorosa ama de casa.
Refregándose los ojos, la mujer observaba el gentío que saltaba y bailaba en la plaza y la céntrica calle Palma, completamente desbordada y con el tránsito interrumpido.
Poco antes el propio Lugo le había hablado a la multitud.
«Les pedimos que nunca nos dejen solos, la democracia la haremos juntos», instó el ex obispo, poco después de anunciada su victoria por el Tribunal Electoral. «Que este pueblo sea conocido de ahora en más por su honestidad y no por su corrupción», agregó.
Lugo ganó las elecciones del domingo con 40,8% de los votos contra 30,8% de la oficialista Blanca Ovelar y 22,0% del general retirado Lino Oviedo, según el Tribunal Electoral paraguayo.
Julio Martínez, un funcionario público que se declaró partidario de Oviedo, acompañaba los festejos. «Estoy feliz con el cambio», explicó.
«Lamento que mi general no haya ganado, pero estoy satisfecho. Quiero ver el cambio. Estoy cansado de la corrupción, de esta gente malsana que domina la política y la administración del estado», agregó con convicción.
Se acercó a la conversación Martín Garcete, un policía retirado que afirmó: «A mí me gusta Lugo».
«No sé si va a tener la fuerza suficiente para poner orden pero alguna vez teníamos que intentar», subrayó.
Carlos Pistilli, que se manifestó simpatizante liberal, fue más contundente: «Con la caída del Partido Colorado van a quedar sepultado los elefantes y dinosaurios stronistas (partidarios del dictador Stroessner)».
«A partir de ahora, el Paraguay va a mostrar otra imagen ante el mundo», subrayó.