No servimos


claudia-navas

No sé su nombre pero desde hace mucho lo veo diariamente casi lanzándose a los autos con la botellita en la mano, que un día tuviera agua purificada, tratando de limpiar ventanas tras de las cuales casi siempre entiende ¡no!

Claudia Navas Dangel


Yo soy de esas personas que dicen que no cuando alguien se acerca a mi vehículo. Con él es distinto, no me da miedo, ya lo conozco aunque no sepa su nombre y su sonrisa mientras corre el palito con esponja sobre la ventana me provoca mucha ternura.
A veces en las tardes, sobre todo ahora que llueve, pienso en él, su ropa raída, sus pies medio expuestos a las corrientes de aguas sucias que corren por las calles y en que ni siquiera sé su nombre.
Él, como muchos otros niños vive en un mundo paralelo al nuestro en donde lo esencial les es negado. Educación, salud, vivienda digna, seguridad, cariño. No conozco su historia pero muchos otros niños que como él trotan por las calles rebuscándose el sustento y muchas veces el dinero para mantener el vicio de sus progenitores. Son, además, abusados en otros sentidos, que ya esto es bastante atropello. Y luego cuando reaccionan, cuando se manifiestan como seres violentos también, porque es lo que conocen, los depreciamos, acusamos y segregamos porque no encajan en la sociedad maravillosa que nuestra mente imagina, que no existe y que pesar de eso limita nuestra sensibilidad y nos hace responsables del dolor ajeno.
¿Qué hacer? Es una pregunta recurrente. No sólo me la hago yo, me la plantean cada vez que escribo sobre esto, en realidad me reprenden por encuadrar lo cotidiano y me dicen no llore, no diga, haga.
Denunciar es una acción, una entre otras que cada día ocupan mis pensamientos y mis labores, pero aun así, al pensar en ese niño cuyo nombre desconozco, al ver las cifras que los medios de comunicación arrojan sobre violencia, desnutrición y abandono no puedo dejar de sentirme culpable, triste y frustrada. Y tengo que decirlo y repetir los datos que nuestros dedos pasan en las hojas de los diarios porque ya no nos impactan. Naturalizamos todo, la violencia, el miedo, la impunidad, el desorden y bueno… Pero el sufrimiento de un niño, el dolor de una niña es algo que no podemos permitir. Un país que no vela por la infancia no sirve. ¿Así pensarán de nosotros fuera?