No se puede ocultar la verdad ni menospreciar los riesgos


Quien asegure que el ser humano es capaz de tropezar dos y más veces con la misma piedra seguramente está en lo cierto. Si su terquedad solo le afecta a él, es cosa suya, pero si con esa actitud se lleva por delante a miles o millones de personas, se merece entonces el calificativo de ser imprudente temerario. Eso y no otra cosa es asegurar que «Guatemala está preparada para resistir un terremoto» (Página 5, Diario La Hora del 28-1-10) cuando a todos constan las tristes condiciones en que viven cuatro millones de habitantes, en aproximadamente 570 asentamientos distribuidos por todo el territorio, sin mencionar los cientos de miles que han padecido constantes deslaves, inundaciones y otros desastres.

Francisco Cáceres Barrios

Por eso digo que hay que aplicar aquella sentencia: «A palabras necias oí­dos sordos», como hacerle caso a expertos cientí­ficos que nos explican que «más vale prevenir que lamentar». ¿En Guatemala no va a ser suficiente la lección que acabamos de recibir de lo sucedido en Haití­? Desde hace 20 años el geólogo haitiano Claude Prepetit vení­a advirtiendo que su población estaba sobre un polvorí­n y que frente a futuras amenazas sí­smicas habí­a que descentralizar y despoblar su capital Puerto Prí­ncipe (Página 27, Diario La Hora del 25-1-10). La respuesta, como es costumbre en nuestro medio, fue hacer lo más fácil, desentenderse del problema, manifestando que aunque se le entendí­a su preocupación existí­an otras prioridades.

Nuestro paí­s tal vez no está sobre un polvorí­n, pero hasta un recién nacido sabe que estamos en una zona sí­smica que en cualquier momento nos puede sacudir con un terremoto igual al que sufrimos en 1976 para no remontarnos a otros peores que registra nuestra historia. Algo muy importante de tomar en cuenta es que a estas alturas todaví­a no contamos con una entidad lo suficientemente capaz de asumir la responsabilidad de prevenir desastres, mucho menos de resolver atinadamente sus consecuencias. Con esto más, que es un secreto a voces que en Guatemala sobra la gente que le ha importado un pito las normas mí­nimas para realizar obras públicas y privadas, no digamos respetar las normas de seguridad indispensables para evacuar como es debido aquellos edificios o instalaciones repletos de gente. El que asegure lo contrario o no vive en Guatemala o simplemente tiene intereses creados para negar hasta lo más evidente.

Hace unos años, después del terremoto del 76, pude comprobar cómo un hotel considerado de primera categorí­a en nuestro paí­s tení­a escaleras, denominadas de escape, cerradas con candado y no hace mucho, vi por la televisión que uno de los edificios públicos más grandes de la capital, como un gran centro de espectáculos no tienen las salidas adecuadas para poder evacuar a los miles de gentes que pueden albergar en determinado momento. ¿Qué vamos a esperar, ni siquiera arrodillarnos a pesar de ver venir la tempestad?