No se puede complacer a todos


César Guzmán
cesarguzman@yahoo.com

En épocas antiguas, cuando se les permití­a a los hombres tener varias esposas, hubo un hombre de mediana edad que tení­a una mujer vieja y otra joven; las dos lo querí­an mucho y cada una deseaba que el hombre fuera como ella querí­a.

El cabello del hombre empezaba a encanecer, lo cual desagradaba a la joven porque lo hací­a ver demasiado viejo para ella. Por eso, todas las tardes solí­a peinarlo y arrancarle todos los cabellos blancos que le nací­an.

La vieja en cambio, veí­a complacida cómo el cabello del marido comenzaba a tornarse gris, ya que a ella no le gustaba verse mayor que él. Por esto todas las mañanas con la excusa de arreglarle el pelo le arrancaba cuantos cabellos negros le quedaban. La consecuencia fue que el hombre en poco tiempo quedó con la cabeza completamente calva.

Así­ sucede con muchas personas que, deseosas de satisfacer los gustos de cuantos les rodean, terminan por quedar en el más grande de los ridí­culos y sin haber logrado su propósito.

Si quieres complacer a todos,

no complacerás a nadie.