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En épocas antiguas, cuando se les permitía a los hombres tener varias esposas, hubo un hombre de mediana edad que tenía una mujer vieja y otra joven; las dos lo querían mucho y cada una deseaba que el hombre fuera como ella quería.
El cabello del hombre empezaba a encanecer, lo cual desagradaba a la joven porque lo hacía ver demasiado viejo para ella. Por eso, todas las tardes solía peinarlo y arrancarle todos los cabellos blancos que le nacían.
La vieja en cambio, veía complacida cómo el cabello del marido comenzaba a tornarse gris, ya que a ella no le gustaba verse mayor que él. Por esto todas las mañanas con la excusa de arreglarle el pelo le arrancaba cuantos cabellos negros le quedaban. La consecuencia fue que el hombre en poco tiempo quedó con la cabeza completamente calva.
Así sucede con muchas personas que, deseosas de satisfacer los gustos de cuantos les rodean, terminan por quedar en el más grande de los ridículos y sin haber logrado su propósito.
Si quieres complacer a todos,
no complacerás a nadie.