¡No se oye padre!


Yo creo que el aprendizaje humano comienza desde pequeños incluso para hacernos los desentendidos. No olvido cuando mi padre le daba duro a los estudiantes haraganes y fregones que en vez de ser aplicados en sus estudios se la pasaban oyendo música o platicando con las patojas por teléfono, porque aunque ustedes no lo crean, cuando yo era joven ya existí­an los teléfonos. En tales circunstancias veí­a para todos lados y lo que menos hací­a era darme por enterado. Por ello, creo que esa malacrianza perdura en mucha gente hasta cuando ya grandotes asumen serias responsabilidades, por ejemplo, las de dirigir los destinos de la nación.

Francisco Cáceres Barrios

Este comentario no sólo lleva implí­cito a nuestro actual gobernante, sino a sus antecesores que emplearon el mal hadado método de los fideicomisos para hacer obras o para la prestación de servicios, con el pretexto de que otorgándole dichas tareas a organizaciones no gubernamentales y mejor, si eran de carácter internacional, se podrí­an hacer más rápidas, económicas y eficaces. Se empezó por hacer carreteras, siguieron las escuelas, los hospitales y hoy en dí­a prácticamente ninguna actividad se escapa de su ámbito, sin que ninguno de los objetivos se hayan logrado, puesto que ni se trabaja más rápido, ni más barato y al contrario, han demostrado ser extremadamente ineficientes.

Bajo el amparo del ¡no se oye padre! el Ministro de Finanzas acaba de anunciar que los fideicomisos seguirán viento en popa, sin dejar de advertir que ¡ahora sí­! serán transparentes, estarán bajo mayor control, se deberán registrar y todo aquel palabrerí­o barato que no dice nada en dos platos y que si confirma que don ílvaro dijo: «Â¡Este macho es mi mula!» Así­ las cosas estimado lector, seguirá la misma flor floreada. No importa que a la fecha no se hayan podido fiscalizar 57 fideicomisos privados por más de Q17 mil millones de quetzales que no salieron de ningún otro lugar que de los bolsillos de los contribuyentes.

No importa, si hayan carreteras que al poco tiempo de inauguradas pomposamente se le haya rajado el asfalto, abierto hoyos por todas partes y los drenajes no funcionaron desde el primer chaparrón que les cayó encima. No importa si en algunos hospitales se hicieron las salas de operaciones sin cumplir los mí­nimos requisitos. No importa si todaví­a hay escuelas con claras señales que sus techos se vinieron abajo con el primer ventarrón o que los desagí¼es nunca funcionaron bien. Y no importa si las poblaciones del interior todaví­a estén esperando pacientemente que los puentes, dizque reconstruidos, puedan volverse a utilizar como en antaño.

Colom le dijo al pueblo que todo lo que se habí­a hecho antes, ahora iba a ser lo contrario, ¿quién podrá confiar entonces en la palabra de sus colaboradores, cuando de entrada no ha cumplido una sola de sus promesas electorales?