Señor Presidente, la salud pública del país anda por los suelos. Por favor no se deje llevar de la primera. Piénselo, no logra nada positivo con regañar a los médicos y cirujanos porque están sentados clamando y esperando que lleguen los insumos indispensables para poder cumplir bien con sus deberes. Si los sorprende haciendo lo mismo aun teniendo todo para atender a sus pacientes, entonces no solo regáñelos, sino aplíqueles con mano dura fuertes medidas correctivas.
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Si usted quiere, yo con mucho gusto lo acompaño con papel y lápiz en las manos para ir tomando notas. Cuando usted disponga, vamos a cualquiera de los hospitales nacionales para que se entere personalmente de sus carencias y necesidades. No se deje llevar de la primera. Usted mismo y nadie más debe enterarse antes de tomar las decisiones importantes porque están de por medio la vida y la salud de cientos, miles o millones de connacionales.
Yo quiero acompañarlo, caminando a pie a las cinco de la mañana para que vea las enormes colas de gente esperando por varias horas ser atendidos en la consulta externa, incluso muchos hirviendo en calentura con toda la paciencia del mundo. Por favor, no se deje llevar de la primera. Sería bueno que viera la cara que ponen los pacientes cuando el médico que los atiende les pide ir a la calle a hacerse un montón de exámenes descritos con palabras raras, porque en sus instalaciones los aparatos están descompuestos o simplemente nunca los han comprado.
De verdad, véngase conmigo, yo quiero que escuche lo que dice la gente del pueblo, quienes sin tener siquiera petate en qué caer muertos, les piden ir a pagar cientos o miles de quetzales, pero no para curarse, sino tan solo para saber en dónde y cuál es el mal que los aqueja. No, no lo estoy criticando. Tan solo estoy muy interesado porque no vuelva a partir de la primera, para lograr que los agiotistas dejen de hacer mucho dinero a costa de la salud de la gente.
¿Sabe a dónde no lo acompaño? A los sitios o salas de emergencias de esos mismos hospitales nacionales. No porque no quiera, sino porque no aguanto hacerlo. Todavía no logro concebir cómo le hacen los médicos, enfermeros y auxiliares de esos sitios específicos para no ver, para no oír, para no sentir la necesidad de quitarle el dolor y sufrimiento que padecen los pacientes sin tener muchas veces ni una pastilla, no digamos una ampolla, para quitarles o mermarles el terrible dolor que sienten. Eso sí que es insoportable. Pero Señor Presidente, sería bueno que usted se enterara de todo esto y de muchas cosas más personalmente del pésimo sistema existente de la salud pública en Guatemala que ya no lo soporta la población, por eso urge que ya no se deje llevar más de la primera.