Los reguladores europeos aumentaron hoy la supervisión de los mercados financieros, al tiempo que los principales bancos franceses intentaron calmar a los inversionistas tras una racha de ventas de dos días que redujo su valor de mercado en miles de millones de euros.
Pero ninguna de estas gestiones pareció apaciguar el nerviosismo de los mercados en torno a la salud de los bancos franceses y las economías de Europa y Estados Unidos, agobiadas por la deuda soberana.
Los motores económicos de la eurozona, Alemania y Francia, anunciaron que se reunirán el próximo martes para analizar la situación y buscar soluciones ante las dificultades financieras de Europa.
El presidente del Banco Central francés, Christian Noyer, atribuyó a «rumores infundados» la espectacular caída de las acciones de los principales bancos de Francia, entre ellos Société Générale y BNP Paribas, e insistió que las instituciones financieras del país son sólidas.
Al comenzar la tarde en París, las acciones de BNP Paribas bajaban un 2% y las de Société Générale un 5%. Los comentarios del gobierno y las agencias de calificación de riesgos no lograron disipar los temores de los inversionistas sobre la salud de los bancos.
Société Générale, el segundo banco de Francia, cargó con la carga más penosa del retroceso de la víspera, al circular rumores sobre su precaria salud financiera.
En vista de la situación, especialmente el retroceso del 15% sufrido la víspera por las acciones bancarias, el banco pidió al organismo regulador del mercado francés, AMF, que investigue los rumores de que estaba a punto de quebrar debido a su cuantioso portafolio de clientes en las economías de la eurozona aquejadas por problemas.
Frederic Oudea, director general de Société Générale, consideró hoy esos rumores como «totalmente infundados» e «irracionales». Dijo a la radioemisora France-Info que hacía un llamamiento a la calma e insistió en que el banco tiene bases sólidas.
En otros lugares de Europa, Grecia anunció un aumento del desempleo tras una serie de impopulares medidas de austeridad para reducir la abultada deuda soberana que ha desatado una crisis generalizada en Europa.
Y en Italia, el ministro de Hacienda, Giulio Tremonti, dijo hoy a los legisladores que es necesario aplicar medidas duras y rápidas en los próximos dos años para equilibrar el presupuesto en el 2013. La turbulencia del mercado ha encarecido a niveles casi insostenibles el precio del dinero que Italia pide prestado.
No hay salida fácil
Después de 21 meses de que Grecia desató una profunda inestabilidad financiera y política al admitir que había quebrado, la eurozona sigue sin poder solucionar su crisis de la deuda soberana.
Las razones: disputas enconadas sobre quién pagará el costo del rescate, y la vulnerabilidad de tener una divisa común con múltiples gobiernos.
Uno tras otro, los países europeos en problemas han solicitado rescates: Grecia, Irlanda, Portugal. Reuniones de último momento produjeron apresuradas declaraciones y nuevas medidas contra la crisis, como la del pasado domingo del Banco Central Europeo de comprar bonos españoles e italianos y evitar con ello la bancarrota de esas dos naciones. Los mercados de bonos se calmaron un tanto, pero al mediar la semana, el pánico atenazó Francia con ventas masivas de sus acciones bancarias.
Los 17 países que deben solucionar la crisis siguen profundamente divididos sobre cómo distribuir los potenciales costos astronómicos de las correcciones disponibles. Por ejemplo, pasaron meses para reducir modestamente la deuda griega al convencer a los tenedores de sus bonos que aceptaran un recorte del 20% en sus inversiones.
La medida generará más debates y más demoras.
El problema básico es que algunos países de la eurozona están excesivamente endeudados. Los mercados se preguntan si podrán pagar lo que deben y por ello los acreedores exigen mayores intereses que podrían sumir rápidamente a los gobiernos en la insolvencia.
Pero la solución a ese problema dista mucho de ser aparente. Depende en gran parte de las respuestas; la crisis del euro es un grave peligro para una economía que, tomada en conjunto, se ubica en segundo lugar detrás de Estados Unidos y sigue siendo el principal socio comercial de ese país y de China. Esos temores han hundido las bolsas de todo el mundo y han azuzado los temores en torno al crecimiento global.
La diferencias se remontan a la creación del euro en 1999 como divisa estable con una inflación e intereses bajos, pero sin poderes para impedir que sus múltiples legislaturas socavaran eso con gastos descontrolados.
Ingresar en el bloque permitió a países mucho más modestos pedir préstamos casi en condiciones tan favorables como potencias industriales al estilo de Alemania. En aquel entonces la medida fue considerada un gran logro. Menos dinero para el servicio de la deuda se tradujo en más escuelas y carreteras.
Empero, algunos países, especialmente Grecia, despilfarraron los nuevos caudales y se dedicaron a aumentar sin reparos la burocracia estatal, una forma de pagar favores electorales. Con ello comenzaron a subir los precios y salarios, con lo que sus economías perdieron eficiencia.
El crédito barato llegó sin restricciones a España e Irlanda y creó la burbuja de la vivienda, que a la postre estalló. Los acreedores fueron complacientes y asumieron que pertenecer al euro les blindaba de riesgo alguno.
Empero, a la postre se percataron, penosamente, del peligro. La UE adoptó normas para limitar la deuda soberana y los déficit, pero Francia y Alemania las violaron posteriormente y traspasaron en repetidas ocasiones el límite del 3% del producto interno bruto.