La carrera electoral está por terminarse. Muchos de nuestros políticos creyeron que levantándose más temprano podrían eliminar del criterio ciudadano que su labor y comportamiento a través de los años ha sido la causa de que sigamos viéndolos, salvo contadas excepciones, con resquemor, temor y desagrado. De nada sirvió entonces iniciar la carrera antes de tiempo, incluso pisotear las leyes que rigen la materia. De ahí proviene la tendencia que marcan las encuestas, casi iguales desde un principio: abstención, indiferencia, frustración y decepción generalizada, haciendo la forzosa aclaración que esto no es pesimismo, mucho menos negativismo, sino simplemente ver la realidad, ¿aunque si a tantos bochornos y asquerosidades se les califica de «campañas negras» qué más podemos esperar de quienes prefieren vivir en la mentira o sumidos en el engaño?
Insisto en decir que los números no mienten, que así como las tres primeras posiciones prácticamente no han cambiado ni de lugar ni de porcentaje, ¿qué otra cosa que no sea desconfianza, pérdida de credibilidad, sazonada con una pizca de frustración sean las causas del por qué a 40 días de las elecciones el 46 por ciento de la población todavía no sabe por quién votar (lo que se califica eufemísticamente de indecisión); aduce que el voto es secreto; que va a anular su voto; que lo hará en blanco y otros más porque definitivamente no piensan siquiera en ir a votar?. El que no quiera tomar en cuenta estos indicadores o que se afane en hallar excusas para justificar los resultados, mejor que se vaya derechito a hacerse un examen de la vista a las clínicas de la familia Beltranena.
Otro resultado de la última encuesta que vale la pena comentar es que los mensajes propangadísticos de los candidatos no han logrado penetrar la mente de los votantes. ¿Y qué querían?, ¿será posible confiar en los ofrecimientos de dar préstamos a la palabra, de construir escuelas por todos lados o de ayudar a campesinos e indígenas necesitados?, ¿no digamos tener la mano dura, disfrutar de la verde esperanza o de continuar tanto «bueno» que haya podido hacer el actual gobierno. Está demostrado entonces, que las estereotipadas frases no lograron despertar el interés o el reconocimiento de la población.
Claro, lo mejor es ponerse a espulgar las encuestas hasta encontrar un pelo en la sopa o asegurar que «sus particulares análisis» dicen todo lo contrario. La verdad no es otra, la gran mayoría de hombres, mujeres, jóvenes, adultos, ladinos o indígenas, pelados o con pisto, no habíamos visto una campaña electoral tan desteñida, opaca y con tanto desinterés popular en toda nuestra historia, al menos, la que nos consta.