No por decir verdades?



En polí­tica el dinero y el mercadeo cuentan más que las verdades y una de las pruebas más contundentes la constituye la participación en Estados Unidos del congresista Ron Paul en la contienda por la nominación en el Partido Republicano. Representante de un distrito de Texas en nueve perí­odos, su participación en el foro que reunió a los diez precandidatos demócratas ha dado mucho de qué hablar porque rompió con el molde en cuanto a los temas de polí­tica exterior y terrorismo, poniendo en la picota el papel que se viene jugando para imponer un modelo y estilo tanto de vida como polí­tico por la fuerza, en vez de hacerlo por el ejemplo, según sus palabras.

Ron Paul es un hombre mayor que no tiene ninguna posibilidad de alcanzar la nominación como candidato republicano, no obstante que parece ser un hombre que habla con integridad y que aborda los temas con coraje. Mucha gente expresó en encuestas que comparte su punto de vista, especialmente cuando se confrontó con el candidato más fuerte (y más adinerado) Rudolph Giuliani, dándole una lección histórica de lo que ha sido esa relación tan ambivalente de un paí­s que, por ejemplo, apoyó cuando le convino al mismo Bin Laden para enfrentar a los rusos en Afganistán y también a Saddam Hussein para que luchara contra los iraní­es, para luego enfrentarlos como sus peores enemigos.

Pero aunque pueda tener toda la razón del mundo, no tiene el dinero suficiente para ocupar posiciones importantes en la polí­tica y su mensaje que podrí­a considerarse como una especie de voz de la conciencia del Partido Republicano, clamando por los viejos valores de esa entidad polí­tica, caen en el vací­o porque nadie le confiere posibilidad alguna debido a la ausencia de una maquinaria capaz de recolectar los fondos suficientes para tener derecho a, como se dice corrientemente, siquiera pedirse cartas.

Y poco importa, en Estados Unidos o en Guatemala y el resto del mundo, que un candidato tenga la razón y que otro sea un maestro en darse vuelta y cambiar de opinión como quien se cambia de calzoncillo, porque al final de cuentas la polí­tica es cada vez más un asunto de imagen, de mercadeo y de dinero en vez de una contienda por valores, principios e ideas firmes. Lo que diga Paul o cualquiera que, como él, no tiene dinero, termina siendo apenas un asterisco en la reseña que con el tiempo se haga de la campaña polí­tica porque nunca pueden pasar de zope a gavilán los que no forman parte de la mera macolla. Pero oí­rlo hablar y reflexionar sobre su punto de vista acerca de la guerra contra el terrorismo, sus causas, sus efectos y manipulaciones, es refrescante porque permite ver que a pesar de la masiva propaganda que hay al respecto, quedan aún personajes en la vida polí­tica que se apegan a la integridad como valor esencial.