En medio de tanto escándalo y problema, es natural que los guatemaltecos no podamos concentrar la atención en ninguna solución y por eso vamos dando tumbos de uno a otro tema conforme la coyuntura nos atrapa. Sin embargo, es indispensable que los grupos de la sociedad tengan la capacidad de enfocarse en determinadas situaciones para ir corrigiendo cuestiones que se nos van de las manos a pesar de las terribles implicaciones que tienen al cimentar la estructura de la corrupción en el país.
El tema del deporte es generalmente analizado cada cuatro años, cuando se cierra cada ciclo olímpico y termina el viaje lleno de oropel de los delegados e invitados del Comité Olímpico Guatemalteco. Pero los cuerudos dirigentes del COG y de la CDAG ya saben que la tempestad es pasajera, que apenas serán criticados durante unos pocos días y luego todo mundo volverá a los nuevos y cotidianos clavos y escándalos para dejarlos en paz, de manera que tienen otros cuatro años para seguir haciendo micos y pericos con el aporte que por mandato constitucional reciben cada año.
Con la mayor desfachatez los dirigentes deportivos de la CDAG se lavan las manos diciendo que el fracaso olímpico es responsabilidad del COG, no obstante que es un hecho indiscutible que el deporte federado es también un nido de corrupción en el que pocos se libran. Desde las encopetadas y distinguidas federaciones elitistas que hicieron tráfico de influencias con el traspaso de los terrenos de la Confederación para la ampliación de La Aurora, hasta las más populares entidades que manejan actividades que pueden considerarse como masivas, casi todas tienen más colas que un barrilete.
Desafortunadamente la llamada prensa deportiva no tiene tiempo para analizar los problemas porque su trabajo se orienta más a ensalzar a los federativos con los que mantienen excelente relación que a interpretar nuestra dolorosa realidad. Hoy mismo se juega un partido de futbol en el que nuevamente se exacerba el sentimiento nacionalista y se pasan por alto las deficiencias estructurales porque a los «especialistas» les interesa que se llene el estadio y nunca se preocupan por entender las causas de esas notables angustias que también se viven cada cuatro años en las eliminatorias para el mundial.
Es triste ver que la llamarada de tusa que se encendió cuando vimos no sólo el pobre desempeño de los atletas sino el ostentoso viaje de los delegados, se haya apagado tan luego porque sabemos que los dirigentes se ríen de las críticas porque saben que nunca serán tan consistentes como para que les cuenten las costillas y les pidan cuentas. Por ello exigimos al Congreso que retome el asunto y siente en el banquillo a los que dilapidan el dinero del pueblo.