“No más Ríos de sangre”


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La realidad tenía un olor diferente al amanecer del 11 de mayo, se respiraba un aire a satisfacción, a justicia, a impunidad golpeada. La frase de la campaña “No más Ríos de sangre” cobraba vigencia plena. Los más jóvenes aún no dimensionan el peso en la historia que esto implicará para las páginas venideras que tampoco se han escrito.

Julio Donis


En cincuenta años, cuando la población triplique la actual, se leerá en los registros que en un lejano año 2013, una jueza valiente de nombre Jazmín Barrios, habría dictado sentencia condenatoria a un dictador acusado de genocidio y que además constituiría el primer juicio de esa naturaleza en el país de los hechos. Sin embargo hoy es obligado y perturbador a la vez hacerse dos cuestionantes; ¿qué posibilitó la sentencia condenatoria? y qué se desata a partir de la misma? Solo unos días antes de la fecha en que se dictó sentencia, la incertidumbre reinaba en el ambiente, el Tribunal especial del caso sorteaba una verdadera batalla en distintos campos, especialmente dentro de las estructuras de la Corte Suprema de Justicia y la Corte de Constitucionalidad. Nótese y analícese por cierto, el precedente que dejó la CC al imponer su poder sobre los tribunales, basado más en formalismo que en contenidos jurídicos. Una de las partes se preparó para la disputa judicial del delito y la otra se dispuso para obstruir y boicotearlo. Los peritajes técnicos de distintas disciplinas que presentaron la fiscalía y los abogados de las instituciones querellantes, no tienen parangón, su contundencia y profundidad los convertirán en referencias obligadas. Y del otro lado, la capacidad de penetración de los abogados de la parte defensora deja expuesta la porosidad del sistema de justicia, la credibilidad de las Cortes apenas queda en andamios. La argumentación de la verdad se enfrentó pues al boicot de la infamia y aun así hasta el penúltimo día, el riesgo que la balanza se inclinara por la impunidad estaba latente. Naturalmente que no hay respuestas simples para ambas preguntas planteadas arriba, lo que hay son grupos de variables y de poder que se configuran para definir el rumbo de la historia. Los 80 años de la sentencia fueron posibles no solo por la presión social, o por la irrebatibilidad de los argumentos; fue fundamental el coraje de la jueza Barrios y los ojos guardianes de cientos en la sala de la Corte y en el mundo. Y también por actores sin fronteras con una supremacía que no tolera lealtades, solo intereses. Lo que se deriva de la sentencia culposa quizá no tenga límites y es probable que no se dimensione las repercusiones en este momento. Investigar las responsabilidades en la línea de mando de la institucionalidad de las fuerzas armadas, puede refuncionalizar la justicia de este país y en el mundo, puede reconfigurar esquemas y redes de poder y puede ser el catalizador que nos lleve finalmente a la paz. Resarcir y reparar a las familias es obligado para reconstruir dignidad colectiva. Es probable también que logremos bajar finalmente a la caverna en la que habitan las bajezas y las perversiones más oscuras que alimentan el racismo y la discriminación. Por más duro que sea lo que conocemos hoy, aún no ha sido asumido por el imaginario público. Es imperativo comprender que el perpetrador deshumanizó para exterminar, deshumanizándose él mismo. Finalmente, es de obligada la reflexión analizar los límites de este Estado de Derecho al enfrentar un juicio de esta envergadura…