Si bien es cierto que nuestra población es indolente o indiferente en muchos asuntos, al Gobierno hay que advertirle que “tanto va el cántaro al agua que al fin se rompe”, que un día de estos se va a cansar de recibir tanto palo o trato indiferente y se va a armar Troya. Digo lo anterior para quienes pretenden modificar la Constitución, recordándoles que las iniciativas deben partir consensuadas popularmente y no solo por intereses políticos partidarios. Al presidente Pérez Molina le podrá parecer bueno discutir su planteamiento de alargar el mandato presidencial pero antes debiera preguntarse
¿Es eso lo que realmente quiere el pueblo? ¿No preferirá que a mitad del período se evalúe la gestión presidencial, la de los diputados, alcaldes y todos los electos popularmente, para ver si continúan en sus cargos o mejor se marchan de regreso a sus casitas por incapaces?
Además de lo anterior hay muchas mejores sugerencias: por ejemplo, que 158 diputados en un país pobre como Guatemala sin dinero para mandar a componer el 80 por ciento de los vehículos policiales resulta toda una locura. Tampoco es correcto mantener a diputados pegados a sus curules por años, solo por sus triquiñuelas politiqueras, como sostener el privilegio de los partidos políticos para postular candidatos vedándole al ciudadano saber a quién está eligiendo a la hora de votar. Ya es hora de modernizarnos, de percatarnos que no podemos mantener al montón de gorrones diputados sin trabajar sino imitar al resto de sus conciudadanos con ocho horas diarias productivas, cinco días de la semana, doce meses del año, eliminándoles el privilegio de antejuicio y remunerarlos exclusivamente a base de dietas si asisten al menos al ochenta por ciento de las sesiones realmente celebradas.
Lo anterior es solo una breve descripción de lo que a la gente primero se le viene a la cabeza para poner los pies sobre la tierra y no seguir viviendo en las nubes creyendo que los cargos públicos se hicieron para vivir de gorra o para que los funcionarios salgan de pobres de la noche a la mañana. Si en verdad queremos seguir viviendo en democracia, ya es hora de dejar de darle la espalda a los intereses populares. Sí, a ese mismo pueblo que sigue clamando por decentes servicios de salud y de educación; sin poder salir a la calle con la certeza de regresar a su hogar sano y salvo; como que la infraestructura y los servicios esenciales que el Estado tiene la obligación de prestar siga ausente o cayéndose en pedazos. Es hora de hacer un examen de conciencia. ¡Basta ya de cinismo y descaro!