En varias ocasiones durante el proceso de integración de las Cortes, dije que teníamos que prepararnos para mantener una larga lucha en contra de la impunidad porque nunca imaginé que los poderes ocultos iban a renunciar fácilmente a sus ventajas ni que el poder de los grupos de la sociedad sería suficiente para derrotar a quienes tienen cooptada la institucionalidad en el país. Ayer mismo, antes de que se produjera la elección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, sostuve que los diputados no cederían ante la presión ejercida y que al final de cuentas ellos, como lo hicieron antes las dos comisiones de postulación, incluirían a la gente comprometida con los grupos de poder paralelo.
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De suerte que para mi no fue ninguna sorpresa la forma en que eligieron los diputados y no me sorprenderá que en el futuro cercano muchos de los procesos que se han iniciado en temas específicos de corrupción, languidezcan porque las autoridades judiciales no dan trámite a las pruebas que se puedan ir produciendo. El pacto es evidente y no deja lugar a ninguna duda por los antecedentes de las bancadas que participaron en la negociación que, como común denominador, ejercen o han ejercido el poder y necesitan evitar que les machuquen alguna cola.
Estoy convencido de que el pueblo de Guatemala no tendrá una reacción ante lo ocurrido, porque para muchos este asunto es incomprensible y carece de la importancia que en verdad tiene. No faltan los que han visto la disputa entre los grupos de la sociedad y los sectores de poder como un auténtico lío en el que se juegan intereses particulares y no intereses nacionales, por lo que de conformidad con nuestra más larga tradición, uno que otro protestará y en poco tiempo las aguas volverán a su nivel y el sistema operará exactamente tal y como ha venido funcionando hasta el día de hoy.
Había un viejo dicho de que no hay mal que dure cien años y algunos lo completaban diciendo que tampoco hay pueblo que los aguante. Yo diría, parafraseando el dicho, que no hay mal que dure cien años, a menos que el pueblo lo aguante y en ese caso como que estamos fritos.
Sin embargo, tengo confianza en que los sectores que asumieron un compromiso en este proceso para buscar su depuración no abandonarán la lucha y continuarán con el esfuerzo de corregir situaciones anómalas que al final de cuentas hacen tremendo daño al país. Confío en que a pesar del revés, la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala mantendrá su empeño por lograr, en los dos años que le restan de mandato, resultados concretos que nos abran brecha en el esfuerzo que luego habremos de continuar los guatemaltecos.
Y tengo fe en que los grupos del movimiento pro justicia no se rendirán por el revés sufrido, sino que eso hará que se aumente el compromiso para mantener una lucha que es crucial para el país. Lo ocurrido era parte de lo previsible y yo lo dije varias veces, que teníamos que prepararnos para una lucha larga. Ahora es cuando la misma realmente empieza.