Hoy Prensa Libre publica extractos de un informe realizado por la organización Latinbarómetro con sede en Chile, en el que se refleja una disminución de la cantidad de católicos en tanto que aumentan los fieles de las iglesias evangélicas en el país, fenómeno que se repite en muchas naciones latinoamericanas y que tiene explicaciones religiosas y sociológicas que difieren de un lugar a otro. Se puede hablar de muchos factores, pero cabe destacar la estrategia diseñada en el informe Rockefeller, que ya en 1969 recomendó un intenso trabajo de proselitismo religioso contra el catolicismo porque, como ya había dicho Teodoro Roosevelt a principios de siglo, América Latina será siempre hostil mientras sea católica.
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Rockefeller más específicamente dijo que una causa fundamental del peligro es que la Iglesia Católica “educa a los pueblos, les da cultura, les hace pensar y les anuncia la inalienable dignidad de los hombres”.
También la Guerra Fría pasó factura porque la negociación entre Reagan y Juan Pablo II destruyó el trabajo de base que venía realizando el episcopado latinoamericano mismo que se consideró peligroso por su prédica de justicia social y el Vaticano restringió seriamente el apostolado de calle. Realidades históricas que no pueden pasarse por alto.
Pero más que ver la paja en el ojo ajeno y victimizarse por el avance del proselitismo evangelista, la Iglesia Católica tiene que ver la viga en el propio ojo, dado que al margen de esos factores que son importantes, hay también deficiencias en la formación de los católicos que terminan haciéndolos poco leales a su fe. Deficiencias que tienen que ver con cuestiones estructurales de la misma Iglesia, porque es evidente que en algunos lugares y en Guatemala particularmente, los seminarios sufren el proceso de deterioro que afecta a las instituciones del país. El Papa dijo hace poco que los seminarios no deben ser el refugio para gente que tiene problemas o que no tiene expectativas en otros campos, sino que debieran ser el lugar para preparar a capaces y convencidos sacerdotes.
Para la feligresía católica en la ciudad de Guatemala no es tan fácil encontrar una parroquia donde las misas y reflexiones sirvan de profundo enriquecimiento. Desgraciadamente hay sacerdotes que no se toman la molestia de preparar sus homilías y es muy corriente que cuando un fiel busca aun elemental información, se tope con sacristanes mal encarados que lo mandan por un tubo. En Estados Unidos, en cambio, uno nota un crecimiento constante de las iglesias católicas, con mayor participación cada vez y sacerdotes muy preparados que saben comunicarse con los miembros de la comunidad. Allá es raro que uno se tope con un párroco ignorante o descuidado de los que creen que la homilía es la simple vuelta a releer lo que ya se leyó en la Liturgia de la Palabra, no digamos toparse con un cura que trata a los fieles como si fuera el Presidente de nuestra Corte de Constitucionalidad, es decir, como si fueran una partida de ignorantes que no merecen el menor de los respetos.
Afortunadamente tenemos ahora un Papa, Francisco, que es humano, inteligente y que parece entender el desafío de los tiempos. Pero mientras nuestra curia no entienda que son ellos los que pierden la batalla y no que los evangélicos la ganen, seguiremos retrocediendo por pura arrogancia e incapacidad.