El Premio Nobel de este año fue asignado a Muhammad Yunus, quien con su programa de dar microcréditos a los pobres ha logrado proporcionarles «paz económica».
mcordero@lahora.com.gt
Un Premio Nobel otorgado por la creación de programas de microcréditos, pareciera que es el galardón en el aspecto de la economía. Sin embargo, fue galardonado con el Premio de la Paz, haciendo notar que no hay paz mientras exista la pobreza.
Esta semana inició la Cumbre Global del Microcrédito, en Halifax, Canadá, la cual intenta promover que más personas en extrema pobreza puedan acceder a este programa.
En esa cumbre, que concluye hoy, se dieron cita más de 2 mil representantes de más de cien países, para evaluar el impacto que han tenido los microcréditos a nivel mundial.
Se evalúa, asimismo, la posibilidad de que se llegue a la cifra de 100 millones de personas que puedan acceder a los microcréditos.
Obviamente, el Premio Nobel de la Paz 2006, Muhammad Yunus será el centro de atención, ya que el reconocimiento que se le ha entregado a puesto a los microcréditos en la vista de todo el mundo.
Yunus fue el fundador del Banco Grameen, que en su idioma significa «aldea». La idea surgió en 1976, tras una hambruna en su país. Tras el Premio Nobel, ya nadie duda de la efectividad de los microcréditos.
¿Qué son los microcréditos?
El microcrédito es un plan de préstamo de dinero, que normalmente no llega a ser muy grande. Normalmente, las personas que lo piden inician con cien dólares o menos.
Los microcréditos son otorgados en grupo; aunque el beneficiario es individual, el grupo funciona como codeudor. Todos los del grupo tienen en común que solicitaron un microcrédito, y el grupo se compromete ha cumplir con las cuotas, que, valga decir, tiene bajísimos intereses.
Otra de las características del microcrédito, es que no se necesita de alguna garantía social para pedirlo. Es decir, no se deben hipotecar bienes, ni presentar carta de ingresos por parte de la empresa empleadora. Una persona puede solicitar el microcrédito, incluso sin tener un ingreso fijo.
Normalmente, han accedido a ellos personas que viven en pobreza extrema, es decir, que sobreviven con menos de un dólar diario; además, la mayoría de las personas que acceden son mujeres.
El creador de los microcréditos inició con su proyecto en su país natal, Bangladesh. Sin embargo, este tipo de programas no es ajeno a Latinoamérica. En países cercanos a Guatemala, se encuentran testimonios de personas que han logrado prosperar gracias a los microcréditos.
Sólo con una idea
Josefina, una mexicana de Sonora, prestó inicialmente 90 dólares. Con eso, logró comprar lo necesario para producir quesos. Muchas veces se tienen buenas ideas e iniciativa para iniciar un negocio, pero no se tiene ni la cantidad mínima para hacerlo.
Los microcréditos no son programas que provocan la prosperidad mágicamente. Así como a Josefina, luego de producir quesos, tuvo que trabajar duro. Cada vez producía más, y las ganancias eran mayores.
A medida que prosperaba el negocio, solicitaba más microcréditos, para agrandar la empresa. De no tener nada, ahora está pensando en patentar una marca para los quesos, y poder vender en supermercados; sólo bastó con una buena idea.
Fomentan la solidaridad
Mónica de Mendoza, argentina, solicitó inicialmente 200 dólares para comprar ropa y revenderla. Luego, solicitó 166 dólares para comprar maquinaria y poder confeccionar ella misma su ropa. Ahora, piensa en un tercer microcrédito.
Según su testimonio, los microcréditos fueron solicitados junto con un grupo de vecinas, que igual que ella necesitaban ayuda económica. La ayuda mutua hace ver que no sólo una persona es la que necesita del progreso. Los microcréditos le enseñó a Mónica que todos tienen el mismo deseo de crecer.
También Berta, otra argentina, inició pidiendo 36 dólares, para instalar una pequeña tienda; luego, pidió más microcréditos, y ahora ya tiene un minisúper. Ella comenta que lo que más le llama la atención de los microcréditos es que el hecho de tener que pedirlo en grupo, fomenta la solidaridad de las personas.
Berta comenta que si una de las personas del grupo falla en una de sus cuotas, el resto de los miembros trata de pagar su cuota, para no crear mora.
También es educación
Arcadia, una beneficiaria de microcréditos de Honduras, inició pidiendo 25 dólares; luego, fue pidiendo más, y ahora va por un préstamo de 350 dólares. El dinero lo ha invertido en una granja de cerdos, una celda solar y una plantación de naranjas.
Ella comenta además del progreso económico que pueda dar, la fundación que otorga estos microcréditos en ese país, Fundación Adelante, representante de Grameen en Honduras, también ofrece capacitaciones a las personas para que inviertan correctamente sus préstamos. Es decir, microcréditos no sólo es desarrollo, también es educación.
En Guatemala
Los microcréditos aún no se han establecido del todo en Guatemala. Ya existen, pero su promoción es muy escasa. Funcionan de la misma manera; sólo se firma un contrato, sin otro tipo de exigencias. El contrato es exigible para su pago.
Se proporciona principalmente a mujeres, que se organicen en grupo, para que entre todas sirvan de codeudoras. Las tasas de interés son muy bajas.
Fuera de este programa, el otorgamiento de créditos en Guatemala es una tarea tortuosa, con altos intereses y muchos requisitos para acceder a ellos.
Uno de los programas que se han implementado, es el de Da Crédito, que está supervisado por el Ministerio de Agricultura. Se proporcionan créditos, pero sólo para el desarrollo agrícola, aunque el mínimo que se otorga es de 5 mil quetzales.