No hay otra salida


La elección de Roberto Alejos como futuro presidente del Congreso de la República nos plantea la necesidad de expresar que, quiera o no, la nueva Junta Directiva debe realizar un esfuerzo enorme para revertir la tendencia hacia la autodestrucción que trae el Organismo Legislativo que, pese a ser el centro de la representación nacional, ha sufrido un menoscabo tal que compromete al sistema democrático mismo.


No tienen otra salida, porque nuevos escándalos y situaciones comprometedoras harán que reviente la presión popular para depurar al Congreso de la República y todos sabemos que ello significa el principio de etapas de inestabilidad y mayor ingobernabilidad. En condiciones normales uno pensarí­a que se trata de una elección más de Junta Directiva y que, lo más probable, debiéramos prepararnos para un trabajo idéntico al de los que han venido hundiendo al Legislativo en esa maraña de desprestigio.

Sin embargo, pareciera como si el deterioro llegó a tal punto que no se puede permitir más, que no se tolera que existan acciones nuevas de los diputados que comprometan el futuro democrático. Para empezar, la Junta Directiva que asumirá en enero, y que es en buena medida una prolongación de la anterior porque la mayorí­a de sus integrantes conformaron la que presidió Eduardo Meyer, tiene más obligación que ninguna otra de garantizar la recuperación de los 82 millones. No basta con declaraciones condenando el hecho que ni siquiera serí­a suficiente la condena del desprestigiado diputado responsable del desfalco. Lo que tienen que garantizar es el retorno de los 82 millones que no se esfumaron, sino cambiaron de mano y en esa tarea no se pueden dar tregua.

Al fin y al cabo aunque sea moralmente comparten la responsabilidad porque en sus barbas se produjo el desfalco y no sólo no hicieron nada sino que se escudan en el mismo argumento de Meyer: «No nos dimos cuenta». Tienen que realizar, además, la reforma de la Ley Orgánica para delegar la función administrativa en funcionarios que se vean obligados a la rendición de cuentas y no como ocurre ahora que la inmunidad se convierte en impunidad. Y eso es apenas el principio… Obviamente su elección es un serio compromiso que, de no cumplir, les puede salir demasiado caro.

Ojalá lo entiendan a cabalidad porque de sus actuaciones dependerá no sólo su prestigio, que a la luz de los hechos no es el elemento más valioso entre los diputados, sino también la subsistencia de un modelo que aspira a una efectiva transición hacia una real democracia.