De acuerdo con el argentino Martín Caparrós, la literatura latinoamericana nunca existió.
«No creo que exista una literatura latinoamericana. Nunca la hubo», afirma el periodista y escritor argentino Martín Caparrós, uno de los cronistas más agudos en lengua española, durante una entrevista en Ciudad de México.
Sus palabras chirrían en los oídos de cualquiera que se encuentre estos días en la capital mexicana, atrapada en el vendaval de actos de homenaje al primer espada de sus letras actuales, Carlos Fuentes, cuya aportación a la cultura latinoamericana está siempre en boca de los participantes.
Entre esa lista de invitados figuró el nombre del heterodoxo Caparrós, quien reconoce a Fuentes como un «referente» y uno de los máximos responsables de la «ilusión» temporal de una literatura común en la región.
«La generación del «boom» (que Fuentes compartió con García Márquez, Vargas Llosa y otros) hizo todo lo posible por crear y difundir el concepto de una literatura latinoamericana y les salió muy bien. Pero si miras sus obras no tienen nada que ver», razonó el autor porteño.
Y no sólo regional, «tampoco se puede decir que haya una literatura argentina, mexicana o española. ¿Qué quiere decir una literatura nacional? Lo que hay son escritores», sentenció quién obtuvo el Premio Planeta Latinoamérica 2004 por su novela «Valfierno».
La ambición maximalista del movimiento, afirma, causó otro efecto secundario: recortó el campo de acción temático de los escritores posteriores.
«Nos condenaron a la pequeñez (…) durante muchos años la consigna en la novela de América Latina fue ser pequeño, discreto frente a esas tentativas altisonantes y totalizadoras del «boom». Yo no quise aceptarlo. Y escribí una novela imposible, que nunca nadie leyó, que se llama «La Historia» y que es lo único bueno que escribí en mi vida», reveló el escritor de 51 años.
«Hay otros libros en los que hice algo parecido a lo que quería hacer pero quizás era menos significativo o no me interesaba tanto. Sigo creyendo que alguna vez alguien va a leer ese libro («La Historia»). O quizás no», aseguró con pesar Caparrós, quien tiene en su haber una veintena de libros y un sinfín de crónicas periodísticas.
Sin embargo, está razonablemente satisfecho con su más reciente novela, «A quien corresponda» (Anagrama, 2008), un crudo relato acerca de los restos del naufragio de la dictadura argentina (1976-83) que aún perduran.
«Me sorprendió lo rabioso que me salió (…) Es un libro raro porque, a diferencia de todos los demás, yo no quería escribir ese libro. Ya había escrito suficiente sobre los años 70 en Argentina», reconoció el narrador, quien coescribió en 1997 «La Voluntad», una obra de tres tomos que radiografían la resistencia al régimen militar.
Tras poner el punto y final de su última novela, Caparrós vivió unos meses de desorientación creativa «agregándole 10 o 20 páginas a cada uno de mis fracasos. Retomaba viejos proyectos y los trataba de tirar adelante pero no andaban», describió.
«Ahora estoy escribiendo una novelita que no termina de funcionar pero quizás funcione. Y tengo que hacer una segunda parte de «El Interior»», para completar su exploración solitaria del mapa de las provincias argentinas.
Cuando finalice la charla, a Caparrós le esperan en el Castillo de Chapultepec de la capital para el siguiente episodio del homenaje nacional a Fuentes, un festejo que sorprende por su tamaño a Caparrós, quien lamenta que en Argentina «el Estado no tiene ningún papel en la cultura».
«Me produce cierto respeto que haya un estado que todavía crea que los artistas e intelectuales son suficientemente significativos para querer comprarlos (…) Aunque es probable que ninguno de los dos extremos sea bueno», dijo en el vestíbulo del lujoso hotel capitalino donde le hospedó la organización.