«No hay justificación»


Vista de la calle Mazorra, donde queda el hospital que registró el incidente. FOTO LA HORA: ARCHIVO

A Olga Martí­nez le cuesta creer que 26 enfermos murieron de frí­o esta semana en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, donde trabajó 43 años; pero empleados y vecinos de la zona ya habí­an visto pacientes descuidados, por actos de corrupción y negligencia.


«Estas muertes conmocionaron al vecindario y a todos los cubanos. No hay justificación en un paí­s como Cuba, con los niveles de salud y el desarrollo tremendo que tiene en medicina», dice a la AFP Martí­nez, jubilada de 65 años, en su casa en el barrio Panamerica, aledaño al hospital, 20 km al suroeste de La Habana.

La tragedia en «Mazorra», como conocen los cubanos al hospital, comenzó a rodar como rumor entre los vecinos del sector, donde viven muchos empleados del hospital.

El hecho fue confirmado ayer por el gobierno, el cual anunció que una comisión de investigación identificó «deficiencias relacionadas con la no adopción oportuna de medidas» y advirtió que «los principales responsables» serán llevados a los tribunales.

Según el Ministerio de Salud, los 26 pacientes, ancianos y con afecciones crónicas, no resistieron las temperaturas de 3,6 grados centí­grados reportadas a inicios de semana en la zona donde se ubica la clí­nica.

Pero irregularidades como la mala alimentación de los enfermos y la falta de abrigo, debido al robo de alimentos y cobijas del hospital, son un secreto a gritos en Panamerica, donde culpan a los directivos de la institución.

«Sabí­amos que algo malo estaba pasando, pero realmente no pensamos que llegara a tanto. Allí­ no habí­a preocupación por los pacientes, algunos andaban descalzos, sucios, pidiendo comida o dinero. El que trabaja allí­ lo sabe bien, que Dios me castigue si estoy diciendo mentira», dijo una empleada que prefirió no identificarse.

Esther Valdés, ama de casa de 51 años, dice que en Mazorra «se trapicheaba (negociaba) con todo: comida, ropa, colchas, incluso de ese hospital salieron refrigeradores, ventiladores y muchos otras cosas».

«Estoy molesto y dolido. Eso nunca antes sucedió en ese hospital, eso de vender la comida de los enfermos es realmente criminal», expresó Oracio Boris, de 71 años y quien laboró 35 años en actividades de mantenimiento.

A Yinet González, de 39 años y auxiliar de limpieza en otra clí­nica, se le anuda la garganta: «Todo el mundo quedó muy impresionado por lo que sucedió, sobre todo porque eran enfermos mentales, viejitos. Nadie merece morir así­».

Todos coinciden en que la situación comenzó a deteriorarse en 2006 tras la muerte de Eduardo Bernabé Ordaz, psiquiatra amigo del lí­der Fidel Castro que dirigió el hospital desde que triunfó la Revolución en 1959, y transformó un deplorable «depósito de locos» en institución modelo a nivel internacional: un complejo de 62 hectáreas, 2.500 camas, salas de terapia, laboratorios, parques y estadio de béisbol.

«Con Ordaz esto no sucedí­a, porque él era padre de los pacientes», señaló Martí­nez, quien como muchos cubanos pide para los responsables castigo ejemplar.

«Es culpa de la dirección. Esto es un hecho criminal, que, además, pone en riesgo el prestigio de la revolución y de nuestro sistema de salud», dice González.

La educación y la salud son emblemas de la revolución, universal y gratuita para los cubanos, pero en los últimos años, admite el gobierno, ambos sectores sufrieron un deterioro por las dificultades del embargo de Estados Unidos y problemas internos.

Empleados y vecinos cuentan que el grave hecho motivó la visita al hospital del presidente Raúl Castro y el ministro de Salud, José Ramón Balaguer, tras lo que «la comida y la ropa están mucho mejor, hay mucha más preocupación y han comenzado a reparar algunas ventanas», aseguró Valdés.

«Pero ya a los pobres muertos, nadie los traerá de vuelta a la vida», le agrega un joven indignado que se metió en la conversación.