El otro día estuvo en la Universidad Rafael Landívar, Karin Slowing Umaña, exsecretaria de Segeplan y funcionaria de reconocida experiencia en organismos internacionales, disertando sobre el tema de la pobreza. Su intervención fue no solo simpática, con la gracia de una mujer inteligente y segura de sí misma, sino sincera de momento cuando evocaba las dificultades de un técnico para realizar proyectos de desarrollo.
No voy a resumir su intervención porque le llevó alrededor de treinta minutos, con intentos constantes de finalizar sus reflexiones, sino evocar una idea que aunque no es original ni descubre el agua azucarada, en su boca tiene tintes de verosimilitud. Y consiste en afirmar que la mayor parte de dinero que se programa para políticas públicas, no llega a su destino a causa de tanto capital que se queda en el camino.
Para Karin este es uno de los verdaderos retos de quienes hacen planificación del desarrollo y una de las frustraciones más grande para un funcionario de buena voluntad que quiera combatir la pobreza. Porque haciendo lo que se hace, dijo muy triste, nunca existirá suficiente dinero para ponerle fin a la miseria y el hambre. Así, el reto de un técnico de gobierno parece ser cortarle la mano a tanto intermediario que quiere lucrar aprovechándose de la necesidad de los otros.
La reflexión de la exfuncionaria de Segeplan quizá nos ofrezca una pista (la pista) del interés de los políticos en manejar fondos públicos. Ahora podemos explicarnos por qué se dice que uno de los Ministerios más apetecidos para ser dirigido sea el de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda, así como la dirección del Fondo Nacional para la Paz. No se trata de apostolado ni de vocación misionera, sino de ser parte del aprovechamiento del pastel. Esos lugares parecen ser unas minas de interesante explotación o mecas sagradas donde los infieles no asoman la cabeza.
Y mire si no es cierto lo que digo. Hoy anuncian los matutinos que el Gobierno solicitará al Congreso la aprobación de una emisión de bonos por Q3 mil 500 millones para cancelar las deudas que el Ministerio de Comunicaciones tiene con más de 1,500 contratistas. Y más específicamente otros diarios indican que Q500 mil tienen como destino el Fondo Nacional para la Paz y Q3 mil millones para el Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda, ambos para el pago de la deuda flotante.
Si nos atenemos al discurso de Karin, sin lugar a duda poco de ese dinero llegó a las comunidades. ¿En dónde quedó? Quizá debamos especular porque esas cosas nunca se saben a ciencia cierta. La verdad es que el dinero público se esfuma entre las manos de tantos (a veces tan pocos), que el gobierno hace aguas y nunca le alcanza el dinero para ayudar a los pobres. Esa es la triste realidad y quizá lo que explique por qué estamos como estamos.