Guatemala es un país muy peculiar, puesto que no sólo los políticos evitan el debate político sino que aquellos grupos que los organizan se cuidan mucho de evitar que haya verdadera discusión y orientan todas las actividades a foros poco ilustrativos porque los formatos son de tal tipo que no hay tiempo para desarrollar ningún punto de programa y menos aún para que pueda contrastarse el punto de vista de los aspirantes mediante una constructiva confrontación.
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Por ello, tal vez, es que se recurre tanto a la campaña negra porque como los políticos están acostumbrados a que no se pueden molestar entre sí ni con el pétalo de una rosa, terminan recurriendo al golpe artero, al ataque anónimo que difunden por medios como la Internet para causar daño. Siempre he pensado que existen temas de legítimo debate que pueden parecer campaña negra, que pueden parecer un ataque entre los candidatos, pero que en realidad debieran discutirse con seriedad y profundidad.
Luego de ver el acto, porque no se puede llamar propiamente debate, auspiciado por la Asociación de Gerentes que hasta trajo a un extranjero para moderar la fantochada, se da uno cuenta de que estamos realmente en pañales cuando no se entiende que una contienda política demanda, por necesidad y para que exista real democracia, contrastar ideas, puntos de vista, programas y personalidades. Pero invitar a los candidatos a esa modalidad de foros es una pérdida de tiempo para ellos y una pérdida de tiempo para el público que no encuentra la información necesaria sobre ninguna de esas cuestiones que como electores tendríamos que tener en cuenta.
Nada les costaría ver a los que pretenden organizar debates entre candidatos, ver siquiera los que ocurren en otros lugares. En Estados Unidos tenemos ahora la oportunidad de ver cómo los precandidatos de los dos partidos políticos actúan cada vez que tienen la oportunidad de debatir sus ideas y sus puntos de vista. Recientemente, por ejemplo, llamó la atención que en un debate se preguntó a los candidatos si estarían dispuestos a hablar con líderes de países como Irán, Venezuela, Corea del Norte y otros de los que la administración Bush ha llamado eje diabólico. El primero en responder fue Barack Obama, quien para marcar diferencia con el actual
presidente dijo que sí estaría dispuesto a hablar con esos líderes poco amistosos en el primer año de su gobierno. Seguidamente la señora Clinton dio una muestra de mayor conocimiento de la diplomacia y de la complejidad de las relaciones exteriores, al decir que no podía asegurarlo porque primero tenía que establecerse sobre qué deberían hablar y dar espacio a que los diplomáticos prepararan terreno para establecer los términos de algún encuentro. Su respuesta evidenció la ingenuidad del menos experimentado senador y puso de manifiesto que no en balde estuvo ocho años en la Casa Blanca, aun en calidad de Primera Dama, pero entendiendo los entretelones del poder.
Aquí a lo más que se llega es a puntadas como la de Giammattei diciendo que sus contrincantes estarán en la oposición y a Rigoberta Menchú preguntándole si está hablando de estas elecciones o las de dentro de varios períodos. El respeto y la elegancia no requieren siempre de ese guante blanco que todos intuimos como hipocresía, porque cuando están en la tarima no se andan con babosadas para decirse cualquier cantidad de insultos, pero cara a cara no se ofenden ni con el pétalo de la rosa.