No está al servicio del Presidente


Al presentar a su equipo relacionado con los temas de seguridad nacional, en el que sin duda la presencia de Hillary Clinton constituye un hito por diversas razones, el Presidente electo de los Estados Unidos Barack Obama presentó al nuevo Secretario de Justicia, Eric Holder, y dijo que el nuevo funcionario tendrí­a a su cargo la persecución penal no sólo en temas relacionados con el terrorismo y la seguridad interior, sino también en los casos de los delincuentes de cuello blanco y los casos de corrupción que han proliferado en el marco de la supresión de controles y regulaciones.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Pero agregó que para el nuevo Secretario de Justicia es un mandato entender que no está al servicio del Presidente sino del pueblo de los Estados Unidos, afirmando así­ la necesaria independencia que debe tener la persona que tiene la responsabilidad de investigar los diferentes tipos de delito federal, en el caso concreto de Holder, en contraste con lo ocurrido durante los años de Bush en los que las labores de fiscalí­a estuvieron supeditadas a criterios polí­ticos que al final le costaron el puesto al abogado González.

Y me parece importante destacar esa frase que tuvo Obama para definir la relación que debe haber entre el Departamento de Justicia y la Presidencia porque al final de cuentas debe ser el elemento clave para todo funcionario público y se tiene que entender que si bien tiene que haber una lealtad básica al mandatario, es esencial comprender que al final de cuentas la lealtad más profunda y comprometida tiene que ser con los ciudadanos y con el paí­s y sus intereses. Por supuesto que eso es axioma no sólo para el Fiscal General de los Estados Unidos sino que dirí­a yo que para cualquier funcionario público en el mundo, pero dadas las realidades humanas siempre estamos en presencia de situaciones que demuestran ausencia de esa lealtad al paí­s y su gente.

En efecto, por naturaleza la gente se muestra primero agradecida y luego comprometida con quien le nombró para un puesto y eso hace que existan condicionantes en el ejercicio de funciones públicas. En paí­ses como el nuestro, donde existe tan poco concepto de lo que son los intereses nacionales, los intereses vitales del paí­s, y existe tanta tendencia a la lambisconerí­a que se define tan bien en aquella frase de que más vale un chaquetazo a tiempo que ocho horas de servicio, el fenómeno se magnifica al punto de que pudo acuñarse aquella anécdota de un ministro al que le pregunta el Presidente qué hora es y el otro sumiso responde: la que usted quiera, señor Presidente.

No hace falta recurrir a la descripción gráfica de quién paga el sueldo del funcionario para determinar a quién le debe su lealtad, pero indudablemente que conviene recordarles a cada rato que son los contribuyentes los que les cubren el salario. El problema se agudiza cuando resulta que el salario es lo de menos porque lo grueso, lo que en verdad cuenta, son las movidas que se pueden hacer con nombramientos que se convierten en patente de corso para que los amiguetes de un gobernante hagan micos y pericos.

Sobre el tema del papel que como Secretaria de Estado jugará la señora Clinton habrá ya tiempo para hablar pero baste decir que es una apuesta audaz que reafirma la confianza en sí­ mismo que tiene Obama porque no le teme a tener en su equipo a una figura luminaria.