Los causantes de la crisis mundial, quienes exacerbaron su codicia aprovechando la falta de control y regulaciones que ellos y sus aliados políticos promovieron en el marco de una doctrina radical y extrema de libre mercado, hablan ahora de una tendencia al socialismo en Europa y Estados Unidos ante la cada vez más firme posibilidad de que el Estado tenga que hacerse cargo de algunos bancos para que continúen con sus operaciones y señalan que estamos a las puertas de la nacionalización de la banca.
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La verdad es que ningún país del mundo y ningún gobierno está pensando en adueñarse de los bancos aprovechando las debilidades que presentan los estados financieros de muchas de las instituciones que parecían tan solventes como para considerarse inmunes al riesgo derivado de la crisis económica. Lo que los gobiernos plantean es que no pueden entrar a salvar a esas instituciones sin percibir garantías y, por supuesto, las acciones de los mismos bancos se convierten en una buena forma de garantizar el retorno, algún día, del dinero de los contribuyentes que se inyecta en los bancos.
Lo que tratan los gobiernos es de evitar situaciones como las que vivimos en Guatemala con los casos de los bancos gemelos (Metropolitano y Promotor), el Banco Empresarial, el Banco del Café y posteriormente el Banco de Comercio, en donde el Estado entró a cubrir las obligaciones de los banqueros y pagó a los depositantes, pero sin la capacidad de recuperar absolutamente nada porque los créditos vinculados que hicieron quebrar a los bancos no fueron nunca pagados. En otras palabras, nuestro Estado metió el pisto de los contribuyentes para cubrir el dinero que escamotearon los banqueros y éstos se pudieron quedar con esa plata sin reintegrarle nada al fisco.
Pues cabalmente lo que pretenden los gobiernos de Estados Unidos y Europa es evitar que el salvamento sea tirar dinero al pozo sin fondo y sin esperanzas de recuperación. Se pretende ayudar a las instituciones a solventar la crisis mediante fuertes inyecciones de dinero de los contribuyentes, pero a cambio de eso se espera que mientras sean utilizados esos recursos, el Estado tenga injerencia en el manejo de las entidades y, además, sea garantizado con las acciones. De esa manera, cuando la crisis sea superada, el Estado podrá colocar sus acciones en la bolsa de valores y recuperar la inversión que se hizo del dinero de quienes pagan impuestos.
La nacionalización nunca es temporal sino que es un concepto que pretende trasladar al Estado la propiedad de activos de particulares de manera definitiva y permanente. Por supuesto que en las condiciones actuales de crisis, no sería difícil para muchos países condicionar la ayuda a las entidades financieras a la nacionalización bajo ese concepto, pero existe en realidad cordura y lo que están buscando los gobiernos es resolver el problema mediante asistencia financiera de carácter temporal y no adueñarse del sector financiero que ha demostrado las consecuencias de políticas administrativas basadas en la codicia y también el efecto de la ausencia total de regulación y controles.
Aún así, tomando esas medidas temporales, es difícil predecir cuántas entidades se salvarán al final porque, como bien dijo ayer Bill Clinton, todavía no hemos tocado fondo y sepa Dios cuándo llegará ese momento.