No es el Gobierno de ílvaro Colom, es el Gobierno de Guatemala


En cada perí­odo presidencial de nuestro paí­s, los equipos de personas que integraron e integran con exclusividad el Organismo Ejecutivo hicieron de la actividad y de las acciones administrativas de gobierno una particularización paternalista, es decir, que la propaganda e información oficial presentó y presentan las actividades de los funcionarios como el non plus ultra.

Fernando Mollinedo
fermo@intelnet.net.gt

Los allegados y achichincles integrantes en calidad de funcionarios y empleados de confianza de los jerarcas ejecutivos, se dieron a la tarea de magnificar la actividad presidencial, haciéndola parecer como si fueran actos sobre naturales o provenientes de un ser magnánimo y poderoso.

En pocas palabras, ser lambiscón y servil, fue y sigue siendo un mal del cual le costará desprenderse a la «clase polí­tica» que integra los anillos de poder cercano a los presidentes; por ello resulta inveterada la costumbre, insisto, de mostrar a la sociedad la figura del gobernante como una persona modelo de virtudes para ejecutar las acciones de gobierno con la naturalidad y serenidad que la realidad exige.

La Historia de Guatemala nos muestra esa conducta de sumisión en todos los perí­odos presidenciales; identificándolos como «el perí­odo presidencial de…» o «el gobierno de?» cuando en realidad, los perí­odos presidenciales o los gobiernos no fueron, no son ni serán de una persona en particular; pertenecen a la figura administrativa del Estado y debieron y deberí­an denominarlos por su nombre correcto: «El Gobierno de Guatemala, administración de fulano de tal».

Para los efectos de los aduladores de las figuras presidenciales, esto resultará fuera de lugar, porque a manera de copartí­cipes y/o corresponsales en las decisiones estatales; deberán mantener una identificación con las ideas -sean estas apropiadas o equivocadas; justas o injustas- de la persona que presida el organismo ejecutivo, con el objeto de asegurar su empleo y privilegios añadidos.

Por su parte, los gobernantes, incluyendo a los vicepresidentes, designados, secretarios u otros tí­tulos con que se denominaros los posibles delfines o «herederos» al cargo presidencial, susceptibles de saborear las mieles del poder, cayeron y caen en la trampa de creer que el montaje para inflar su ego es verí­dico; y de allí­ devinieron las conductas prepotentes y abusivas de algunos personajes que ejercieron el cargo de Presidente de la República de Guatemala.

Después de ser dioses por cuatro años, vuelven a su realidad, a ser las personas de antes, con sus carencias morales y espirituales y sus mal habidos «ahorros» producto de su «arduo» trabajo, lo cual no les representó ni será un cambio real en la apreciación de su reconocimiento social.