No me cabe ninguna duda que el trastorno social también es un factor derivado de la comunicación. La difusión popular es la que nos pone a todos en contacto con las confusiones y las perplejidades que se asocian al control de fuerzas desconocidas hace unas cuantas generaciones y que hoy todavía son incomprensibles para la mayoría de individuos que leen, miran o escuchan los medios de difusión popular. Precisamente de la confusión y del trastorno surge el concepto de la sociedad amorfa, en la que los miembros están unidos por medio de los hilos de comunicación de una red de aprensión y confusión, pero que son impotentes para poder enfrentarse a los problemas de lograr y mantener un orden social.
En otras palabras, ¿qué puede decir y hacer el integrante de nuestra sociedad ante el anuncio difundido que el Tribunal Supremo Electoral está trabajando en un proyecto de reglamento para fiscalizar los fondos públicos y privados que reciban los partidos políticos para ser invertidos en la campaña electoral del 2007, pero sin sanciones a los responsables de su violación? ¿Será correcto utilizar la fórmula sacada de la manga para calcular que el límite para cada uno de los partidos será de Q42 millones, sobre la base de que el número de empadronados sumarán cinco millones y medio hasta el 31 de diciembre de 2006 y que por cada ciudadano se podrá gastar un dólar estadounidense y ni un centavo más?
Para empezar, ¿cuándo funcionará la mentada fiscalización, quiénes van a hacerla y utilizarán el mismo rasero? Digo lo anterior, porque solo que nos hayamos caído del tapanco o estado ausentes del país todo este año, pudiéramos creer que la campaña no la anticipó el partido oficial y que los demás siguieron por la misma senda. ¿Y la difusión popular permanente de miles de mensajes sufragados con fondos públicos en donde directa o subliminalmente induce al voto, no va incluida en la pundonorosa fiscalización?
De ahí que tantos chapines nos hayamos estado haciendo por muchos años la pregunta de quién en realidad maneja nuestra sociedad, hasta llegar a la triste conclusión que es el pisto y no precisamente personas o entidades con sólidos valores y principios. No lo duden, los que tienen el poder por el mango, los que organizan, pueden ir más lejos antes que un organismo o persona en contra les pueda marcar el alto. Por ello nuestra insistencia y si se quiere terquedad, porque el Tribunal Supremo Electoral se debió haber puesto los pantalones a tiempo, para advertirle a los políticos que el TSE, en representación popular, quería la elecciones del 2007 sin mácula, sin tendencias ni privilegios de ninguna especie. Cualquier remedo que de ahora en adelante se emprenda, solo vendrá a poner en evidencia que el pisto sigue siendo el rey.